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Gobernaban a la sazón el país los dos formidables caciques, abogado el uno y secretario el otro del ayuntamiento de Cebre; esta villita y su región comarcana temblaban bajo el poder de entrambos. Antagonistas perpetuos, su lucha, como la de los dictadores romanos, no debía terminarse sino con la pérdida y muerte del uno.

Y lo peor del caso era que cuando, a las cuatro de la tarde, volvió al Gran Hôtel rendido y desalentado por no haber podido enseñar más que a las dos terceras partes de la colonia española la babucha apócrifa de la cadina, encontróse con que la trágica historia tenía una segunda parte, interesantísima también, pero pía, devota, sentimental, romántica, en que cabía a su persona no sólo el papel del cronista, sino el de agente poderoso, de intercesor eficacísimo, de ama de llaves de la Providencia, que hubiera dicho Diógenes, en el bello final de aquel drama que comenzaba su acción en las barbas del Sultán e iba a terminarse bajo el manteo del padre Cifuentes.

Cada comensal tenía frente a cinco o seis copas, que dos criados se encargaban de ir llenando sucesivamente de diversos vinos, según los manjares que se servían. A nadie sorprenderá, pues, que al terminarse la comida hubiese brindis entusiastas, precedidos de discursos elocuentísimos y acompañados de gritos, bravos y felicitaciones de todo género al orador.

Si al terminarse la guerra civil de los siete años nuestro numeroso y aguerrido ejército hubiera ido á Africa, donde tanto hemos poseido y á donde debemos ir, hoy tendríamos mas posesiones que las que nos pertenecen; nuestro comercio se hubiera desenvuelto en mayor escala; las ambiciones militares hubieran tenido un noble palenque donde desarrollarse y crecer, y por último, nos hubiéramos visto libres de muchas discordias civiles que han trastornado la España.

Terminado el capítulo y comentado en los términos más lisonjeros para todos los presentes, Mariana volvió los ojos hacia su labor. Observó que iba a hacer falta un pedazo de seda para el forro, pues estaba a punto de terminarse. D.ª Esperanza, con quien comunicó este pensamiento, fué de la misma opinión. Ramoncito dijo la primera hágame el favor de oprimir ese botón.

Todas estas montañas van gradualmente en descenso hasta terminarse un poco al este de Aten y de Apolo, donde hay todavía un eslabon independiente y elevado; este es el Altuncama, cuyo temperamento, muy apropiado para el cultivo de las papas, indica que su altura sobre el nivel del oceano es de mas de dos mil quinientas varas.