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Actualizado: 3 de junio de 2025


A distancia la amé, porque quería vaciar en un romántico latido la excelsitud del ideal florido, su esencia de suprema poesía. En silencio la amé porque temía que mi orgullo tenaz fuese vencido, que se mofara de mi pecho herido ¡y sólo fuera mi ilusión de un día! ...Pero el disimular inútil era, pues no se oculta una pasión sincera con grávidas cadenas o cerrojos.

Desde entonces, el indiano estuvo en casa de su hermano como en ascuas: temía a cada instante nuevas demandas y temía además que le faltase el rédito de lo que le había prestado. Si no fuese porque las gracias de Rosa obraban ya sobre su ser vivo y ardoroso influjo, se hubiera ido inmediatamente.

Pero Clementina estaba colocada en una esfera tan alta, que temía su desdén. Bastante era el que le mostraba por el solo delito de contemplarla. Por otra parte, habían llegado a sus oídos rumores que la desacreditaban.

No temía que Tirso se vanagloriase de la hazaña en su propia casa, pero podían ir a prenderle, o acaso una fracción de la prensa insistiera en pedir su castigo.

Por algo don Fermín temía el momento de encontrarse con la comitiva, como decía Petra.

Era sobre todo una amiga lo que ella necesitaba; por eso estamos todos muy agradecidos de que haga usted de esta querida niña una mujer cumplida. Esta opinión halagüeña salida de los altaneros labios de la condesa era preciosa porque la dama no las prodigaba; pero apreciaba a la institutriz en su justo valor y no temía decírselo.

Su declaración, la última carta que le había dirigido la Condesa, pocas horas antes de su muerte, lo iban a explicar todo. No era general, sin embargo, esta confianza, y el mismo Ferpierre, después de su primer movimiento de estupor y de placer al recibir comunicación del telegrama, temía no poder salir aún de la duda.

Por encargo de un provincial amigo suyo, Quiroga prohibió la entrada en sus casas de liampó y chapdiquí á todo indio que no fuese de antiguo conocido; el futuro consul de los chinos temía se apoderasen de las cantidades que allí los miserables perdían.

»Como yo me lo temía, bien poco o nada se dejaron ver en Luz los buenos efectos del remedio tan encarecido por el doctor. La primera impresión, algo más viva y agradable; pero en seguida, el mismo desaliento y el mismo tinte dolorido y melancólico en la voz y en las miradas delante de Ángel que de . »Por la noche vino Guzmán. Nada sabía de lo ocurrido.

Por la noche, el deseo amoroso fué más fuerte que su voluntad, y sin darse cuenta de á dónde se dirigía, se vió de pronto llamando á la puerta de Judith. Fué en vano. Ella temía, sin duda, la repetición de otra noche como la anterior: sentía miedo, y tal vez cansancio de luchar con la pegajosidad de un amor desesperado. Nadie le respondió. Judith había huido con su amante y el pequeñuelo.

Palabra del Dia

rigoleto

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