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Actualizado: 12 de junio de 2025
El mismo Sancy lo desempeñó luego, mediante una suma de quinientos mil, ó sean dos millones de reales. ¿Qué diria á esto el buen Suizo, que lo vendió por un escudo? Ultima curiosidad. En la calle de los Pequeños Campos, hemos encontrado á una señora que caminaba con el aire de una heroina, mientras que la seguia un corderito, que llevaba sobre el lomo un manojo de parras.
Según me dijo el jefe, hay un señor profesor, italiano o suizo, no recuerdo bien, que ha escrito algo muy sonado sobre el socialismo católico. Uno no tiene tiempo de leerlo todo. Búsquelo usted, y ya tiene una fuente más, después de las mías. El senador habló aún largo rato de su obra, para demostrar a Maltrana la facilidad con que podía escribirla contando con la firme base de sus ideas.
Cuando se hallaba entre los viejos del café Suizo no se acordaba de que le aguardaban los jóvenes bulliciosos de la Gran Peña para perpetrar alguna terrible broma; cuando charlaba con sus amiguitos del café del Siglo, gente de humilde posición, parecía ignorar la existencia de sus compañeros los duques del club de los Salvajes.
El organista empleaba pies y manos en sacar sonidos melodiosos de su viejo y rechinante armonium, y el suizo, con su uniforme de gran gala, contemplaba con admiración el altar de madera tallada en el que resplandecían todas las luces y que desaparecía bajo las plantas y las flores raras surtidas por las estufas de Candore.
Después quiso que entrásemos en el reservado del Suizo, pero yo tenía mucha prisa porque papá no retrasa por nada un minuto la hora del almuerzo y allá los dejé a la puerta. Realmente aquella tierna escena era a propósito para regocijar a todo el mundo, pero si se ha de confesar lisamente la verdad a nadie regocijó más que a la gentil narradora.
Como de ordinario, multitud de carros, bultos de mercancías, básculas, corredores, dependientes, comerciantes, marineros, pescadores, vagos y curiosos forasteros, en el más agitado y bullicioso desorden, le hacen intransitable desde la Ribera al café Suizo. Fijémonos un momento en este último punto, como el más despejado.
Dos pasajeros tan sólo se animaron a seguirnos: un joven de Bogotá y el profesor suizo que hacía su estreno en América de tan peregrina manera. Es necesario no olvidar que, cuando hablo de los vapores del Magdalena, me refiero a una clase de buques de que no se tiene idea en nuestro país, donde los ríos navegables son profundos.
Ese orígen contrasta evidentemente con el de todas las naciones de Europa, cuya unidad ha resultado de una serie de conquistas ó absorciones. De ahí la especialidad del tipo suizo, donde todo tiene el sello de la vida local ó de la independencia y la variedad dentro de la unidad federativa.
El suizo se había precipitado a su camarote y hacía sus maletas con una velocidad increíble... El vapor apareció; pero como todos tienen un corte igual, es necesario esperar a oír el silbato para distinguirlos. ¿Sería el Victoria? ¿Sería el Calixto? En ambos casos estábamos salvados.
Frente al Suizo, se colocaban los bolsistas, accionando en grupos, lamentándose de la decadencia de los negocios. Los pilluelos pregonaban á gritos los diarios recién llegados de Madrid.
Palabra del Dia
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