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Actualizado: 24 de junio de 2025


Quise saber si verdaderamente la desaparición de Ti-Chin-Fú fué funesta a la decrépita China; leí todos los periódicos de Hong-Kong y Shang-Hai, velé noches enteras sobre historias de viajes, consulté sabios misioneros; y artículos, hombres, libros, todo me hablaba de la decadencia del Celeste Imperio: ¡provincias arruinadas, ciudades moribundas, plebes hambrientas, pestes y rebeliones, templos en ruinas, leyes sin autoridad, la descomposición de un mundo, como una nave encallada que el mar deshace tabla por tabla!

Reverendísimo padre, me vuelvo a Europa. ¿Alguno de vuestros compañeros va acaso en misión hacia Shang-Hai? El venerable superior se caló los lentes, y hojeando un ámplio registro en letra china, murmuró así: Quinto día de la décima luna. , el padre Anacleto va a Tien-Tsin, a hacer una novena. Duodécima luna, el padre Sánchez para Tien-Tsin también, a explicar el catecismo a los huérfanos.

Había alquilado un buque entero: «El Ceilán». Y a la mañana siguiente, por un mar azul-prusia, bajo el vuelo blanco de las gaviotas, cuando los primeros rayos del sol ruborizaban las torres de Nuestra Señora de la Guardia, puse proa hacia Oriente. «El Ceilán» tuvo un viaje monótono y lleno de calma hasta Shang-Hai.

Y él, gritando mas, blandiendo el sobre, alzado sobre la punta de las botas, exclamó: ¡Son ciento veinte millones de pesetas sobre Londres, París, Hamburgo y Amsterdán, en letras a su favor! ¡A su favor, excelentísimo señor! ¡Por casas de Hong-Kong, de Shang-Hai y de Cantón, de la herencia del Mandarín Ti-Chin-Fú! Sentí temblar el mundo bajo mis pies y cerré un momento los ojos.

¡No! ¡Nunca! rugí con furor, estrujando la carta y monologando a largos pasos por el claustro. ¡No, por Dios o por el demonio! ¿Ir de nuevo a recorrer los caminos de la China? ¡Jamás! ¡Oh, suerte grotesca y desastrosa! ¡Dejé mi regalada vida del Loreto, mi nido amoroso de París, vengo volando como un tordo desde Marsella a Shang-Hai, sufro las pulgas de las habitaciones chinas, el hedor de las casas, la polvoreda de los caminos áridos ¿para qué?

Palabra del Dia

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