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Actualizado: 30 de junio de 2025
En Galípoli, aunque lejos, se sintió el ruido y voces confusas, con que los nuestros tomaron las armas, y quisieron salir á reconocer la campaña, y certificarse del daño que temian; pero Berenguer de Entenza y los demás Capitanes detuvieron el ímpetu de los soldados, que en todo caso querian que se les diese franca la salida; y como la obediencia de aquella gente no estaba en el punto que debiera, no se atrevió Berenguer á enviar algunas tropas á batir los caminos, y tomar lengua, porque temió que tras de ellas seguiria el resto de la gente, y quedaria Galípoli sin defensa, de cuya conservacion pendia la salud comun.
Pero ella no lo seguiría jamás al terreno de la controversia, porque no sabía desenvolverse con tanta palabra fina. «Ya me lo decía el corazón» exclamaba, apretando el pañuelo contra sus ojos.
Ella no, ella creía en él... le seguiría ciega al fin del mundo; sabía que entre él y Santa Teresa la habían salvado del infierno...». Pero no se podía correr detrás de él para consolarle, para decirle todo esto. «¡Qué hubiera pensado, sin ir más lejos, Petra la doncella que estaba allí, a su lado, silenciosa, sonriente, cada día más antipática, y más servicial... y más insufrible!».
Pero, si usted se casa con un hombre a quien no ama, ¿cómo puede cerrar su alma para siempre, usted flor del mundo al fin?... ¡Pero, no cerrándola, amigo mío!... Yo no sé si algún día me enamoraré, pero si tal cosa sucediera, soltera o casada, yo seguiría el imperio de mis pasiones... ¿Casada, también?... le pregunté, aproximándome todo lo más posible.
El anciano funcionario era incapaz de experimentarlo; y si pudiera continuar desempeñando su empleo hasta el fin de los siglos, seguiría siendo tan bueno como era entonces, y se sentaría á la mesa para comer con tan excelente apetito como de costumbre.
Seguiría pues aun en el puesto que su hermana le indicara, cumpliendo las tareas más contrarias a su carácter generoso y altivo, en aras de esa misma generosidad y esa altivez. Hallábase una noche después de cenar, solo como de costumbre, hojeando distraídamente periódicos y revistas, en la habitación que eligiera para gabinete de trabajo.
Había levantado con brazos de titán, en torno de él, la alta torre de su fortuna, y ahora se debatía encerrado en ella, sin encontrar espacio para tenderse y descansar. No esperaba nada. Aunque descuidase sus negocios, el dinero seguiría viniendo á él, como si fuese incapaz de aprender otro camino.
Interrumpiole doña Guiomar, y con muestras de sobresalto le dijo: ¿Duende decís que tenía esta casa? Por ello estuvo muchos años deshabitada, respondió el señor Ginés de Sepúlveda; y si vos que, por ser forastera, no lo sabíais, no la hubiérades comprado y habitado, sin habitar estaría aún, y seguiría deshabitada por los siglos de los siglos amen.
Para todo lo demás, su cariño hallaba atenuación o disculpa; aun convencida de su maldad, seguiría amándole; pero ansiaba ser solo, único, absoluto dueño de su albedrío. Dispuesta se hallaba a compartir la infamia de aquel hombre, pero no a poseer su corazón a medias con otra mujer.
Si lo estuviese, es bien seguro que no la seguiría como un pirata callejero ... sobre todo en las circunstancias en que ahora me encuentro.... Raimundo se puso serio al llegar aquí e hizo una pausa. Luego dijo precipitadamente, con voz alterada por la emoción: Señora, mi madre se ha muerto hace poco tiempo ... y usted se parece muchísimo a mi madre.
Palabra del Dia
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