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Actualizado: 11 de julio de 2025
Ante la idea del deber no hay más que una alcurnia; la alcurnia de lo bueno, de lo discreto, de lo justo, y ante esa alcurnia de la conciencia universal, nadie es personaje para dar banquetes extravagantes y risibles, haciendo gala de un orgullo tonto. ¡Gasta su dinero! ¡Su dinero es suyo! Esto responden siempre los adoradores del señorío feudal. ¡Argumentacion peregrina!
Las esposas, hijas o hermanas de todo aquel señorío masculino daban a los salones gracia, hermosura y lucimiento.
El reino fuerte crece en señorío Cuanto más se ejercita. Viva el ocio, En la que tiene muerto el albedrío. Y así no hay que temer, mi buen hermano, Que es más Menguilla de lo que parece, Y aun de mostaza, si os parece grano. Que éste mi ardor que tanto os apetece, Tiene más de gigante que de niño, Aunque ayer se engendró y hoy nace y crece.
Hasta la distinción, hasta la traza de mujer elegante y hasta el señorío majestuoso que muchas personas hallan hoy y celebran en mí, todo me abandonará para siempre. Ya lo he notado yo con espanto en no pocas mujeres de mi laya que han envejecido.
Los pobres están más pobres, y la Minificencia no puede recoger a tantos. ¡La libertad!... Pillería, chica, pillería. Entonces había más señorío, créelo, y donde hay señorío corre el dinero y vive el pobre. Conque abur, abur». Encarnación salió con Riquín, encaminándose hacia el centro de Madrid. Era día de gran solemnidad cortesana por motivos que no es necesario precisar.
A la hora de misa, hidalgos venidos de lejos se hacían los distraídos en la puerta de la iglesia para contemplar la mayor celebridad del país, que llegaba envuelta en su manto negro de seda, por debajo del cual asomaba la recamada falda blanca o o rosa. El alférez iba a su lado, con todo el señorío de su rango.
El esclavo adquiere para su señor, según toda buena regla de derecho, y nadie me disputará el señorío que ejerzo sobre mi perro; y mirad, Mercado, en prueba de ello, cómo reclama con su inquieto latir, lo que le pertenece de derecho.
Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián... mejor será decir la iglesia... dos caras que seguramente son más graciosas que bonitas: con la una mira a los barrios bajos, enfilándolos por la calle de Cañizares; con la otra al señorío mercantil de la Plaza del Ángel.
El señorío se regaló con almíbares, chocolate, miel de azahar y miel de prima, y varios rosolis y mistelas aromáticas y refinadísimas. D. Pedro estuvo hecho un cadete: bullicioso, bromista y galante. Parecía que era falso lo que declaraba en su carta al deán, del reúma y demás alifafes. Bailó el fandango con Pepita, con sus más graciosas criadas y con otras seis o siete mozuelas.
Pero como en aquella florida juventud comercial no imperaban los procedimientos analíticos, se aceptaron sin controversia alguna el señorío y los privilegios de las citadas señoritas y se las colocó en el cenador en unión de sus papás como dioses mayores, a quienes D.ª Carolina y D. Pantaleón y algunas otras personas de edad asistían como dioses menores.
Palabra del Dia
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