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Actualizado: 29 de julio de 2025
Sentado á la sombra de un sauce, se intentaría en vano percibir el murmullo de la villa de Arles, de la que se ve, con sólo ponerse en pie, sus arcadas romanas y torres sarracenas. El único que se oye es el de las locomotoras y los vagones que ruedan al otro lado del río haciendo trepidar el suelo.
Y villas olvidadas que muestran sus almenas, levántase á mis ojos la vieja catedral, recobran sus escombros aljamas sarracenas, y resonar escucho las ásperas cadenas al desplomarse el puente de torre señorial.
El aire venenoso ahuyentaba á los habitantes, y los pocos que insistían en vivir á la sombra de sus antiguos templos tenían que escapar de las invasiones sarracenas, fundando en las montañas vecinas una patria nueva: el humilde pueblo de Capaccio Vecchio.
Era una hija natural, legitimada luego, como casi toda su prole: un producto de su harén libre, en el que se mezclaban beldades sarracenas y marquesas italianas.
María de Huerta; pero, aun todavía pueden citarse otros muy peregrinos ejemplos recordando las inapreciables enseñas militares sarracenas, custodiada una en las Huelgas de Burgos, de filíacion desconocida hasta ahora, y otras dos en la catedral de Toledo, pertenecientes al Sultan Abu-Said Otsman y á su hijo Abu-l-Hasam Aly, que acreditan la singular pericia y exquisito gusto de sus autores, los mismos sin duda que fabricarían aquellas preciosas estofas de honor destinadas á los principes, llamadas tiraz, de las cuales nos dice Almaccari que sus tejedores habitaban en Córdoba el barrio llamado «de los bordadores» .
Español, batía el remo en las liburnas romanas; cristiano, tripulaba las naves sarracenas en la Edad Media; súbdito de Carlos V, pasaba, por un azar guerrero, de las galeras de la cruz á las de la media luna, y llegaba á ser reis de Argel, rico capitán de mar, haciendo famoso su nombre de renegado.
Más tarde las huestes sarracenas que habían paseado en triunfo todo el orbe, vinieron á estrellarse contra los pechos de un puñado de labriegos ahí, un poco más arriba, en la sacra montaña de Covadonga. Pasaron muchos siglos, empezaron á alimentarse con borona, y otras águilas tan brillantes, las del César Napoleón, cayeron sobre nuestro país.
En ellos vese ostensible el gusto artistico de los vencidos, y cómo se lo adaptaron los vencedores; ¿qué mucho, pues, que los telares sevillanos fuesen desde entonces famosos, cuando el mismo monarca y sus hijos no desdeñaban de emplear en sus vestiduras telas sarracenas, hasta con leyendas alcoránicas?
Palabra del Dia
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