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Ese Judío también dijo Monipodio es gran sacre y tiene gran conocimiento. Días ha que no le he visto, y no lo hace bien. Pues a fe que si no se enmienda, que yo le deshaga la corona; que no tiene más órdenes el ladrón que las tiene el Turco, ni sabe más latín que mi madre. ¿Hay más de nuevo? No dijo el viejo ; a lo menos, que yo sepa.

Encendido en rabia, marcha en contra mía como pirámide ambulante, y reconociéndome por un mortal, furioso y despechado hiere el suelo con su planta, y trastorna la mitad de la Arabia. Me asalta y prende como el sacre a la paloma: con sus alas fulminantes me azota y me maltrata, me abrasa con su aliento de ascua, me lanza en el aire y me rechaza al suelo.

Era de aquella desconocida que mantenía con él extraña correspondencia durante dos semanas. Una inicial por firma y la letra de carácter inglés, fina, correcta e igual a la de todas las que han sido pensionistas del Sacré Coeur. Hasta su mujer la tenía así. Parecía que era ella la que le escribía citándole a las diez en la Florida, frente a la iglesia de San Antonio. ¡Qué disparate!

Así que, Sancho, no hay para qué descubrirnos; que, el que nos lleva a cargo, él dará cuenta de nosotros, y quizá vamos tomando puntas y subiendo en alto para dejarnos caer de una sobre el reino de Candaya, como hace el sacre o neblí sobre la garza para cogerla, por más que se remonte; y, aunque nos parece que no ha media hora que nos partimos del jardín, creéme que debemos de haber hecho gran camino.

Esta, considerando que tenía ante a un interlocutor inteligente, quiso aprovecharlo. Se refirió a la alta educación que recibían las niñas en los liceos de París y criticó lo decorativo y superficial de la enseñanza en los colegios de Buenos Aires. Et même le Sacré Coeur ici, et même le Sacré Coeur, m'a t-on dit. Después se empeñó en comunicarle sus opiniones sobre el modernismo en el arte.

Así como el portador de la candela era siempre muchacho y nunca envejecía, así la trapera no es nunca joven: nace vieja: estos son los dos oficios extremos de la vida, y como la Providencia, justa, destinó a la mortificación de todo bicho otro bicho en la naturaleza, como crió el sacre para daño de la paloma, la araña para tormento de la mosca, la mosca para el caballo, la mujer para el hombre, y el escribano para todo el mundo, así crió en sus altos juicios a la trapera para el perro.