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Actualizado: 19 de junio de 2025
18 Y di: Así dijo el Señor DIOS: ¡Ay de aquellas que cosen almohadillas a todos codos de manos, y hacen veletes sobre la cabeza de toda edad para cazar las almas! ¿Habéis de cazar las almas de mi pueblo, para mantener así vuestra propia vida? 21 Romperé asimismo vuestros veletes, y libraré mi pueblo de vuestra mano, y no estarán más en vuestra mano para caza; y sabréis que yo [soy] el SE
Pienso de un hondo foso rodeallos, Y por hambre insufrible subjetallos: No quiero ya que sangre de Romanos Colore mas el suelo desta tierra: Basta la que han vertido estos Hispanos En tan larga, reñida, y cruda guerra: Exercitense agora vuestras manos En romper y cabar la dura tierra, Y cubranse de polvo los amigos Que no lo estan de sangre de enemigos: No quede de este oficio reservado Ninguno que le tenga preminente: Trabaje el decurion como el soldado, Y no se muestre en esto diferente: Yo mismo tomare el hierro pesado, Y romperé la tierra facilmente.
Pero mientras Clara esté enferma, casi fuera de sí, con una especie de fiebre continua, no he de sufrir que se tome ese estado febril por éxtasis místico, y esos ataques nerviosos por llamamientos del cielo. Es mi hija, voto á quince mil demonios, y no quiero que me la maten. Ahora mismo voy á ver á Doña Blanca. Romperé la consigna para entrar.
Voy a poner este chisme sobre la mesa y a escribirles largamente, confesando todo; quiero que me perdonen, porque sin su perdón, no me iría tranquilo... ¿qué dirá de mí, papá? ¡tanto esperar de su Quilito! tengo la pluma en la mano y el papel por delante, y no sé qué decirle; me da vergüenza confesarle que su hijo es un falsificador... no, no se lo diré, no le escribiré nada; vale más irse en silencio, sin despedirse... Romperé esta carta y escribiré dos líneas pidiéndoles perdón, porque sin el perdón no me voy, no me voy... A Susana, sí, una carta muy larga, para que se acuerde de mí, para que rece por mí, ¡qué desgracia la mía! tan feliz que podía haber sido, y no he podido serlo, a causa de esta tendencia maldita, que lo reconozco, me lleva por otro camino que el del trabajo, que, forzosamente, fatalmente, estamos obligados todos a seguir; yo creo que en mí hay algo del tío Agapo, solo que él se contenta con lo que tiene, y no hace nada, y yo he deseado tener más, sin hacer nada... Lo que he puesto el nombre de Susana, la mano me ha temblado: ahora lloro, ¿me faltará valor? ¡ay! no puedo pensar en mis viejos y en ella, sin afligirme... Tiíta Silda, estoy seguro, ha de guardar mi secreto, y si logra recuperar el pagaré, mi falta no la sabrá nadie, nadie más que ella y Dios; esto me consuela, porque la idea de que había deshonrado a mi padre, después de arruinarle, y que él lo supiera, y que Susana lo supiera, y que todos lo supieran, amargaría más mis últimos momentos... ¡Adiós!
Palabra del Dia
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