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Actualizado: 2 de mayo de 2025
No, no lo olvidará Julián. No olvidará aquellas inesperadas tribulaciones, el valor repentino y ni aun de él mismo sospechado que desplegó en momentos tan críticos para arrojar a la faz del marido cuanto le hervía en el alma, la reprobación, la indignación contenida por su habitual timidez; el reto provocado por el bárbaro insulto; los calificativos terribles que acudían por vez primera a su boca, avezada únicamente a palabras de paz; el emplazamiento de hombre a hombre que lanzó al salir de la capilla.... No olvidará, no, la escena terrible, por muchos años que pesen sobre sus hombros y por muchas canas que le enfríen las sienes.
Yo quiero cautivo vivir en tus brazos, Yo quiero á tu ritmo mi paso arreglar, Y unido á tu vida con mágicos lazos Mirando tu rostro por siempre valsar! Todos se alejan de mí Como de un hombre maldito, Que lleva en su frente escrito Signo de reprobacion. Corazon! Triste estás y solitario, Como vaso funerario En túmulo de expiacion.
En la epopeya y en el drama se concibe esto con toda claridad. Tiranos, refinados traidores, monstruos de iniquidad podrán aparecer en el drama o en el poema épico, pero en el pecado llevarán la penitencia, y la reprobación universal será su castigo.
El libro del señor conde de las Navas es muy sugestivo. ¿Quién, al leerle o después de haberle leído, no siente invencible deseo de hacer examen de conciencia sobre el punto capital que el libro trata, de declarar con franqueza si condena o aplaude las corridas de toros y de exponer los argumentos en que se apoya su reprobación o su aplauso?
Como si no hubiera nada más terminó diciendo el señor Tookey que aquellas cosas que los jueces y los constables están en aptitud de descubrir. No vayáis ahora, Tookey, más allá de donde se debe repuso el señor Macey, inclinando la cabeza hacia un costado, en señal de reprobación.
Palabra del Dia
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