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Actualizado: 15 de julio de 2025
No he de recelar ni que me tengas por vana, ni que me rebajes en tu concepto: he de mostrarme a ti tal como soy. Te confesaré lo que a nadie he confesado.
No lo comprendo, tío decía Lucía, pero á veces me doy á cavilar que á Clara le han dado un bebedizo. ¡Tiene unos terrores tan inmotivados! ¡Siente unos remordimientos tan fuera de razón!... No sé qué sea ello. Doña Blanca le ha puesto tan feroces escrúpulos en el alma, le ha hecho recelar tanto de su apasionada natural condición... que la infeliz se cree un monstruo, y es un ángel.
Imaginó que el insolente rapaz a quien había reprendido era el vivo retrato de D. Jaime, su difunto esposo; y yendo más adelante en aquellas cavilaciones, se dio a recelar o a sospechar que las hadas benéficas, o algunos otros seres o genios sobrenaturales, para premiar sus largos años de rígida viudez, le devolvían con vida al esposo a quien habían tenido durante todo aquel tiempo encantado y oculto en un mágico submarino alcázar, no ya conservándole joven, sino poniéndole más joven y más gallardo de lo que antes era.
Su nave, inerme, dejó que se le aproxímase la galera, que la prendiese con enormes garfios, y que los corsarios, armados de hachas, se lanzasen al abordaje, o más bien, confiados en su poder incontrastable, a tomar posesión de la nave sin recelar resistencia alguna. Así fue en un principio.
¿Y qué digo yo á mi tío exclamó con despecho que le satisfaga y no le obligue á recelar de mí? ¿Cómo contestar á su carta sin incurrir en el enojo del Inquisidor general? La abadesa empezó á dar vueltas á su imaginación buscando una manera, un recurso. Montiño veía con una profunda ansiedad á la abadesa, pluma en mano, meditando sobre el papel.
Por fortuna la reacción ha sobrevenido, y con tal fuerza en algunos espíritus, que puede hacer recelar a un crítico imparcial y frío que es mayor que el fundamento en que se sostiene.
El Conde, hecho así muy amigo de don Braulio, hubo de acompañar algunas noches a las dos hermanas hasta la casa de ellas; y como doña Beatriz se la ofreció, él pudo visitarlas y las visitó del modo más correcto. Nada de esto hacía recelar a don Braulio.
Claro está que para el que lleva en su alma el germen de los pensamientos livianos, la levadura del vicio, cada una de las impresiones que Pepita produce puede ser como el golpe del eslabón que hiere el pedernal y que hace brotar la chispa que todo lo incendia y devora; pero, yendo prevenido contra este peligro, y reparándome y cubriéndome bien con el escudo de la prudencia cristiana, no encuentro que tenga yo nada que recelar.
Temblaba don Paco de incurrir en el enojo de su hija, y aunque temblaba principalmente por el mismo enojo, no dejaba de recelar sus malas consecuencias.
Palabra del Dia
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