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Actualizado: 17 de junio de 2025


Ello es, don Federico, que barbas mayores quitan menores y el primer lugar compete a quien compete. ¿Tan mal le sabrá a usted que le quieran, señor mío? No por cierto, que estamos de acuerdo en aquel axioma que usted tanto repite, amor no dice basta. Pero... tía María, en querer siempre he sido mejor donador, que no recaudador. Eso no habla conmigo exclamó con viveza la buena mujer.

Arrastraba una plataforma engalanada donde se acomodaban los conspicuos de la Pola, el alcalde, el recaudador, el joven Antero, el farmacéutico Teruel; el médico D. Nicolás, D. Casiano el actuario, dos ingenieros, el químico belga y el personal administrativo de la empresa.

Así pues, todas las mercancias y los objetos de trueque llevados por los comerciantes, como tambien todos los frutos de los demas cantones interiores, pasan indispensablemente por su plaza: razon por la que el gobierno ha creido conveniente colocar en este punto un recaudador de aduanas, dependiente de la administracion principal de La-Paz.

Estaban allí también el alcalde, hombre de mediana edad, afable y alegre, que solía decir frases chistosas y reía con ellas hasta toser y tosía hasta reventar. El recaudador, bilioso, taciturno, lleno de prudencia, excepto cuando bebía más de veinte vasos de sidra.

Después, y sucesivamente, fué pasando por los estados de rematante de la carne, de los artículos de beber y arder, de tratante en paños y bayetas, recaudador de contribuciones, síndico del ayuntamiento, administrador de correos, alcalde y no recordamos si algún otro cargo más.

Muy resentida debe de haber quedado la familia de la corruptora, puesto que sus interesantes miembros no desperdician la oportunidad de hincarle el colmillo á cualquier descendiente de la crédula Eva, que no sea domesticador de profesion. ¡Qué profesión! Lo mismo valdría vivir domesticando un fraile mejicano, un guerrillero de ley ó un recaudador de peajes.

El recaudador resultaba entonces, á pesar de su pecho hundido y escuálidas piernas, un hombre terrible, un ser cruel que había pasado su juventud hinchando las narices á sus condiscípulos y apaleando á los serenos; el terror de la ciudad de Oviedo, donde había quedado memoria perdurable de sus proezas. Una gastralgia crónica le obligaba, mal de su grado, á mantenerse en la sobriedad y moderación.

Pero sus economías y el establecimiento mismo naufragaron por las liviandades de una mujer con quien, por obra del demonio sin duda, se había casado. Su señora tampoco era pueblo; era una sanguijuela del país, como vosotros los que esto leéis. ¡Quién le metería en la cabeza a Juan Bou casarse con la hija de un recaudador de contribuciones!

En una loa de este poeta, por ejemplo, el director Roque de Figueroa pasa revista á todos los individuos de su compañía, caracterizando en particular á cada uno; á la conclusión se presentan también el apuntador, el sastre, el recaudador y los mozos del teatro, saliendo, por último, hasta los cofres y vestuarios de toda la compañía para hacer al público su respetuoso saludo.

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