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Actualizado: 17 de junio de 2025
Los antídotos del arsénico son de varias especies. Como todo veneno, tiene su antídoto químico y neutralizante, que es el protóxido de hierro hidratado, del que apenas nos ocupamos en esta obra, pero que le hallarán los lectores en escritos especiales y en formularios.
«Mi última afirmación es la duda.... Se me hace cuesta arriba». Pero de todas suertes su ateísmo quedaba en pie; para negar a Dios con la constancia y energía con que él lo negaba, no hacía falta leer mucho, ni hacer experimentos, ni meterse a cocinero químico. «¡Mi razón me dice que no hay Dios; no hay más que Justicia!».
El mar la estimará más si no quiere otro amigo que él mientras esté á su lado; y en dicho sitio de reposo la prodigará su tesoro de vida, de juventud. El niño crecerá como un precioso árbol y usted florecerá en la gracia, volviendo á su hogar joven, adorada. Resígnase y parte. La estación es indicada y hasta conocida. Se aprecia por el análisis químico el valor real de las aguas.
C'est étonnant! profirió el químico, que apenas podía comprender una palabra de aquel lenguaje. En otro tiempo se le ocurrió a mi tío y a otros señores hacerle alcalde. Crean ustedes que ha dejado memoria perdurable de su paso por el ayuntamiento. Cuando presidía las sesiones se creía en el Ágora.
¿Y el capitán? Quien le viera en aquel día moverse de un lado á otro como si estuviese atacado de la tarántula, reir, beber y bromear, apenas pudiera reconocerle. Parecía cosa de magia la trasformación que en poco más de dos meses se había operado en aquel caballero. Estaba tan alegre que abrazaba, á cuantos venían á felicitarle, sin exceptuar el ingeniero de Madrid y el químico belga.
En la pomarada del capitán, debajo de los árboles, se había colocado una mesa á la cual se sentaban hasta una docena de comensales. Procedían casi todos de la Pola. Sin embargo, había un ingeniero de Madrid y un químico belga. Pocos días hacía que habían llegado á Laviana para dirigir los trabajos de las minas recién abiertas sobre la aldea de Carrio.
Acudió igualmente aquella tarde á Entralgo el farmacéutico Teruel, hombre profundo, inventor de ciertas pastillas contra las lombrices que eran el asombro y el orgullo del concejo. De todos los rincones de Asturias solían venir demandas de estas famosas pastillas. En Madrid mismo, donde las importó una señora de Oviedo, adquirieron prosélitos. Habían salvado de la muerte á la esposa de un diputado asturiano, el cual en recompensa había hecho condecorar al benemérito boticario con la cruz de Isabel la Católica. Mas después de este esfuerzo químico tan prodigioso el ingenio de Teruel se había agotado ó había dormido para siempre. Ó considerando tal vez vanas y engañosas las glorias humanas, había decidido renunciar á toda labor científica. Lo cierto es que desde hacía largos años estaba dedicado á pescar truchas con caña en el río y á beber sidra en los lagares. ¿Quién regentaba la botica en su ausencia casi continua? Su digna esposa D.ª Teresa.
Se ha adoptado el fósforo con un fundamento de razón, apoyándose en lo siguiente: «El cuerpo humano contiene fósforo en cantidad apreciable; si el análisis químico lo descubre en el cuerpo de la víctima, se podrá decir que es la Naturaleza quien lo ha puesto allí»; pero ¡ay! no nos ha costado tampoco mucho trabajo demostrar la diferencia entre el fósforo natural y el ingerido.
Lo hizo pasar por todos los ramos de la industria cristalera; al propio tiempo lo puso en condiciones de completar su instrucción, a fin de que se convirtiera en un químico bastante práctico para auxiliarlo en sus experimentos, así como también en un dibujante bastante hábil para crear formas originales. Le procuró maestros, le suministró libros y le facilitó todos los medios de instruirse.
Palabra del Dia
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