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Su barbarie llegó a ser proverbial en las clases; los alumnos todos celebraban con risas y pataleo los dislates que decía en sus lecciones, y el maestro mismo, cargando sobre él el peso de su desdén pedagógico, solía decir, reprendiendo a cualquiera de los alumnos: «Eso no se le ocurre ni al mismo Rufete. Eres más tonto que Rufete».

Hace mucho tiempo que nos dejaste y que estás corriendo por el mundo de las embajadas, para darte cuenta de la fijeza proverbial de las costumbres de nuestro amigo. Piensa que nunca ha viajado para no separarse de sus libros y de su mesa. Aquel espíritu tan curioso se ha condenado a no conocer nada del vasto mundo más que por la lectura y por su maravillosa intuición de las cosas.

También digo yo exclamó D. Valentín lo mismo que decía usted hace poco cuando me oyó hablar de la imitación de Agatocles: todo eso me parecería muy bien si para dejarme frío no acudiese á mi mente esta frase proverbial: que no puedes, llévame á cuestas. ¿Cómo quiere usted que paguen nada los cubanos libres?

Lóndres, el país de la niebla y la tristeza, es sinembargo la ciudad clásica de los espléndidos jardines artificiales. En ellos se revelan no solo el gusto y la sencillez encantadora que imita la naturaleza, sino tambien la opulencia y la universalidad de relaciones de Inglaterra. Es proverbial la habilidad de los Holandeses en horticultura.

Y a renglón seguido: «Excusado es decir que la esplendidez proverbial de los marqueses de Villamelón proporcionó a la ilustre concurrencia un exquisito lunch improvisado, en que llamaran la atención de todos los delicados sorbetes de naranja, servidos en la misma cáscara de la fruta, que no obstante lo impropio de la hora, hizo el calor del día deliciosos.

No sabe usted el trabajo que me cuesta decidirme á ello, por más que esté bien convencido de la proverbial bondad de usted y de la estimación que sin merecerlo me profesa... Pero de estas cosas ya hablaremos más tarde... ¡Qué gana va usted á tener ahora de escuchar recomendaciones! Adelante, señor cura. Nada, nada, no quiero molestar á usted ahora que acaba de llegar. Otro día será.

Calificábalo por detrás de hombre frívolo, ignorante, y periodista insustancial; pero nada se atrevía a replicarle, en parte, porque Miguel le llevaba bastantes años y, en parte también, porque temía a su proverbial causticidad. D. Laureano había llegado al mostrador y, arrimado a él, hablaba secretamente con el encargado. ¿Por qué le llamaba Matusalén Rivera?

Con lo cual ganaba más aún, pues negociaba el género más barato y se ahorraba la comisión de los arrieros. Día y noche la taberna de Entralgo resonaba con cánticos desacordados, disputas y blasfemias y día y noche penetraba en el cajón del mugriento mostrador una cascada de monedas de cobre y plata. Con esto el buen humor proverbial del filósofo se había hecho más alegre si cabe.