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Actualizado: 8 de junio de 2025


El príncipe las leyó sin curiosidad. «Nada; lo de siempre. Sigue la monótona guerra de trincheras. El terreno ganado ó perdido á metros. Esto no acabará nunca...» Se deslizó entre los grupos que paseaban durante los entreactos, evitando que le viese el coronel. ¡Pobre Toledo! Iba gravemente orgulloso al lado de aquella protegida que podía ser su nieta.

No le pidió el conde explicaciones, como era de esperar, concretándose a reprenderle ásperamente, y decirle que no consentía que se pusiese en tela de juicio la intachable reputación de su protegida.

Solos de noche, por esas calles de Dios; generoso y valiente él, generosa y ansiosa de amor ella, protegida por don Juan, puesta en contacto íntimo con él, que es impetuoso, y noble, y valiente como su padre, apasionado como vos, y como vos hermoso, aconteció lo que no podía menos de suceder: se enamoró ella de él con tanta más fuerza y más pronto, cuanto ella estaba ansiosa de un amor que no había podido encontrar en la corte, de un amor digno de ella.

Al hallarse en la calle, sintió mas viva su curiosidad, y la compasión hacia la joven era mas intensa. ¿Es su hija, es su mujer, es su sobrina, es su protegida? exclamó. ¡Oh! No es posible renunciar á saber los secretos de esta casa. ¿Cómo renunciar á oírlos de la boca de Clara, que los contaba con tanta ingenuidad? Anduvo un buen trecho por la calle, y se paró, miró á la casa.

A pesar de su hermosura le pareció estar hablando con un hombre. Con ambas señoras había venido también Valeria, la joven francesa protegida por Alicia, señorita de compañía en los tiempos de esplendor y que ahora sólo acompañaba su pobreza por gratitud y fidelidad.

He estrujado mis boletitos. ¡Y yo que creía tan seguro el «dato» del jaquet y la galera!... Al salir para tomar nuestro automóvil nos cruzamos con un amigo. «¿Y... cómo les fué?» ¡Al tacho! responde mi marido. Yo le aprieto el brazo y le digo: «¡Jorge, qué palabra tan inelegante!...» Mi protegida Inesilla ya os he hablado varias veces de ella vino a verme la otra tarde.

No me vuelvo atrás de lo que esta expresión indica, pues el buen señor llegó a sentir por su protegida un amor entrañable, no todo compuesto de fiebre de amante, sino también de un cierto cariño paternal, que cada día se determinaba más. «¡Qué lástima, compañero! pensaba , que no tengas veinte años menos... De veras que es una lástima. ¡Si a esta la cojo yo antes...! Así como otros estropearon con sus manos inhábiles esta preciosísima individua, yo le hubiera dado una configuración admirable. ¡Qué española es, y qué chocho me estoy volviendo!».

Palabra del Dia

rigoleto

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