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Actualizado: 17 de octubre de 2025
Cuando ésta le habló de sus proyectos de interesar al procurador de los agustinos, no protestó, ni se opuso, antes al contrario, se ofreció él mismo á hacerlo para evitar molestias á su madre á quien suplicaba se volviese cuanto antes á la provincia, si pudiese ser, aquel mismo día. Cabesang Andang le preguntó por qué.
D. Martin de Arandia, se dijo: Que reproduce el dictámen del Sr. D. Cornelio Saavedra, teniendo voto decisivo el Sr. Síndico Procurador. Por el Sr. D. José Ignacio de la Quintana, se dijo: Que interesado en el mejor servicio de Dios, del Rey, y del honor y tranquilidad del país, reproduce el voto del Sr. D. Martin José de Ochoteco. Por el Sr.
D. Martin José de Ochoteco. Por el Sr. D. José Martinez de Escobar, se dijo: Que se conformaba con el voto del Sr. D. Cornelio de Saavedra, y que lo tenga decisivo el Sr. Síndico Procurador. Por el Sr. Dr.
D. Manuel de Lavalle, se dijo: Que igualmente se conformaba con el voto del Sr. D. Manuel José de Reyes. Por el Sr. D. Miguel de Irigoyen, se dijo: Que se conforma con el voto del Sr. D. Cornelio Saavedra, agregando que deba tener voto decisivo el Sr. Síndico Procurador. Por el Sr. D. Vicente Capdevila, se dijo: Que se conforma con el voto del Sr. D. Manuel José de Reyes. Por el Sr.
Todos los días, por espacio de siete generaciones, un individuo de otras tantas de procurador, llegó á la casa solariega, y nunca se puso el sol quedando aplazada una conferencia por haber dormido fuera del hogar un Seturas; ninguno de ellos se hubiera atrevido á hacerlo sin presagiarse una sentencia fatal. Don Silvestre, al fin, era Seturas, y no quería desmentir su apellido.
Y habiéndose entendido por parte del Procurador Real, que había de haber algunos relajados a la Justicia y brazo seglar, mandó levantar un brasero de ochenta piés en cuadro y ocho en alto y disponer en él a buena proporción, veinte y cinco palos con su tablita para asiento de los que habían de morir a garrote y prevenir la leña necesaria para tan grande hoguera.
Poco me costó que hablase. Era parlanchina, locuaz, imprudente, de lengua demasiado suelta, culpas atenuadas por el afán de contar la caída desde una posición acomodada hasta la más dura pobreza: pero en el fondo de su palabrería y su exceso de charla latía algo terrible. ¡Mi marido había robado al suyo veintidós mil duros! La historia es sencillísima. Su esposo era procurador.
El ujier, pidiendo disculpa por la contravención, le entregó un pliego del procurador general: dos palabras subrayadas en un ángulo del sobre, indicaban que la comunicación era urgente. Ferpierre rompió distraídamente el sobre, pues nada le parecía urgente si no era salir de una situación tan ambigua. Dentro había dos papeles: un telegrama y una nota del procurador general.
Y como movidos por una misma descarga eléctrica, todos aquellos hombres levantaron sus nudosas manos con amenazadora energía. ¡Muy bien! exclamó triunfante y, dirigiéndose luego hacia Delaberge, con mirada retadora le dijo: Señor, nada más tenemos que decirle en estos momentos... En el término de veinticuatro horas, recibirá usted nuestra respuesta por mano del procurador.
Y aunque acerca de esto último nada tiene que decir el Fiscal, sino poner á la vista de V.S. el plan presentado á fojas 47, por el Reverendo Padre procurador general de estas misiones: pero en cuanto á lo demas, no puede menos que recordarle la memoria de lo que dispone la ley 2, título 4, libro 4 de las Recopiladas de estos reinos.
Palabra del Dia
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