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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Cuando ideó a Ligeia, la más misteriosa y adorable de sus criaturas, Poe simbolizó en la luz inextinguible de sus ojos el himno de triunfo de la Voluntad sobre la Muerte.
El noble abolengo de Poe; ciertamente, no interesa sino a «aquellos que tienen gusto de averiguar los efectos producidos por el país y el linaje en las peculiaridades mentales y constitucionales de los hombres de genio» según las palabras de la noble Sra. Whitman.
Memorias de un Gobernador, por Wáshington Irving; un tomo, una peseta. Leyendas extraordinarias, por E. Poe y Wáshington Irving un tomo, una peseta. El Tesoro escondido y Los Pigmeos, por Natanael Hawthorne; un tomo, una peseta. El Vellocino de Oro, por Natanael Hawthorne; un tomo, una peseta. La segunda parte de Ivanhoe, por W. M. Thackeray; un tomo, una peseta.
Su alma escogida representa una partícula inasimilable del alma nacional, que no en vano se agitó entre las otras con la sensación de una soledad infinita. Y, sin embargo, la nota fundamental que Baudelaire ha señalado profundamente en el carácter de los héroes de Poe, es todavía el temple sobrehumano, la indómita resistencia de la voluntad.
¿Por qué vino tu imagen a mi memoria, Stella, alma, dulce reina mía, tan presto ida para siempre, el día en que, después de recorrer el hirviente Broadway, me puse a leer los versos de Poe, cuyo nombre de Edgar, harmonioso y legendario, encierra tan vaga y triste poesía, y he visto desfilar la procesión de sus castas enamoradas a través del polvo de plata de un místico ensueño?
Es una especie de tonto que abunda en todas partes: el tonto cosmopolita. Poe lo sufrió en Norte América; Verlaine, en París, y en España, muchos espíritus artistas que no se adaptaron a la hosca estupidez del ambiente. Es el tonto sensato, valga la horrible paradoja. ¿Y qué más quería el tonto discreto, el tonto metódico, el tonto de sentido común, que hubiese hecho Verlaine?
Rubén Darío también bebió para no sentir la vida demasiado dura en la carne viva de su corazón de poeta. La vida es dura, amarga y pesa; ¡ya no hay princesa que cantar! Poe bebía bárbaramente, como si quisiera «asesinar algo en si mismo». Nuestro admirable y dulce poeta Manuel Paso también se suicidó abrasándose las entrañas y el cerebro en un océano siniestro de aguardiente.
Tu nombre luminoso y simbólico surge en el cielo de mis noches como un incomparable guía, y por claridad inefable llevo el incienso y la mirra a la cuna de la eterna Esperanza. La influencia de Poe en el arte universal ha sido suficientemente honda y transcendente para que su nombre y su obra no sean a la continua recordados.
No creía en lo sobrenatural, según confesión propia; pero afirmaba que Dios, como Creador de la Naturaleza, puede, si quiere, modificarla. En la narración de la metempsícosis de Ligeia hay una definición de Dios, tomada de Granwill, que parece ser sustentada por Poe: Dios no es más que una gran voluntad que penetra todas las cosas por la naturaleza de su intensidad.
Se acordó de cierto asesino de los cuentos de Edgar Poe.... Su mirada fue insolente, provocativa. Saludó como diciendo con los ojos: «¡Toma! ahí tienes esa bofetada». Pero el saludo y la mirada de Mesía quisieron decir: «Vaya usted con Dios; no entiendo palabra de eso que usted me quiere decir».
Palabra del Dia
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