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Actualizado: 8 de octubre de 2025
Rastreóse que le entró el Diablo, con que habiendo él sido su principal ministro y ocasión de la infamia, delitos y muerte de tantos, no cumplía con su punto, si se desdecía de su error o no moría pertinaz.
Una especie de sordo y pertinaz remordimiento lo había acompañado durante largo tiempo, ante la idea de haber empujado a una inocente a un sacrificio terrible: después ese error suyo fue a confundirse con otros, y le dio libertad para decirse que su culpa había consistido únicamente en un celo excesivo por encontrar el fundamento de la acusación, y así fue perdiéndose por fin hasta de su mente el recuerdo de aquellos hechos.
Este era hermano de Catalina Terongí, que murió también pertinaz, sin más porque aun aparente, que su propia rabia y furor, pues preguntando yo que en qué creía, o en qué se apartaba de la fé católica, o en qué consistía ser judía, dijo, que solo sabía que era judía y que lo quería ser.
Sin aquel obstáculo pertinaz, hubiera visto, al decir del espolique, maravillas de pueblos y comarcas, y hasta el mar por el boquete de Peña Sagra.
Este aunque en la cárcel convencido, estuvo confeso y arrepentido; intimada la muerte, se declaró pertinaz y así llevaba mordaza en la boca, hasta que poco después que se le leyó la sentencia en el Auto, se redujo y convirtió con demostraciones de arrepentimiento verdadero, así aunque se le había leído la sentencia como a relapso pertinaz, no se ejecutó en él sinó la común de relajado al brazo seglar, muriendo como los otros a las vueltas de un garrote y después incinerizados y confiscados sus bienes, por hereje, apóstata, judaizante, relapso, convicto y confeso.
Por último, después de una hora de conversación, durante la cual le miraban con la insistencia pertinaz de quien va a comprar un animal, el médico le preguntó: ¿Nos permitirá usted ahora que tomemos algunos datos acerca de su cráneo y otras medidas?... El P. Gil, un poco sorprendido, consintió inmediatamente. El médico sacó del bolsillo de atrás de la levita un craniómetro y una cinta.
Sus ojos se animaron, adquirieron color sus mejillas, y la imperceptible y pertinaz tos, terrible alerta de la enfermedad, dejó su monótona y constante pertinacia. Todo respiraba alegría. Hasay únicamente estaba triste. Lola, entre los puros cristales del rocío de la mañana, buscaba la brillante rosa.
Hízolo así el tío Frasquito, lleno de miedo, y creyendo ya poder aventurarse a salir con algunas precauciones, presentóse aquella noche en casa de Currita, en el taller de las hilas, tosiendo lastimosamente y ofreciendo a todas las damas caramelitos de rosa, único remedio para la horrible tos que le había dejado el pertinaz catarro.
El formidable trompeteo del órgano, a veces dominado por las notas altas del canto, se desparramaba por el aire en oleadas de armonía, y cuando cesaban se oía monótono y constante el sonido casi cristalino, pertinaz y agudo, de una moneda de oro golpeada contra una bandeja de plata.
El silencio pertinaz de la monja me dejó avergonzado. Hubiera preferido una de aquellas salidas burlonas en que era maestra. Pero no se hizo esperar. Doblando el cuerpo y acercando la cabeza a la del muchacho para acariciarle, le dijo con tonillo ligero: ¿Te duele la mano, pobrecito? ¡Bien empleado te está, por dársela a gente que tiene los malignos en el cuerpo! Aquella burla no me mortificó.
Palabra del Dia
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