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Actualizado: 14 de julio de 2025


Por la noche, el deseo amoroso fué más fuerte que su voluntad, y sin darse cuenta de á dónde se dirigía, se vió de pronto llamando á la puerta de Judith. Fué en vano. Ella temía, sin duda, la repetición de otra noche como la anterior: sentía miedo, y tal vez cansancio de luchar con la pegajosidad de un amor desesperado. Nadie le respondió. Judith había huido con su amante y el pequeñuelo.

Además, deseaba revistar el cortijo antes que adelantase la noche, temiendo que el amo quisiera recorrerlo por un capricho de su embriaguez. En el patio se tropezó con Alcaparrón, que atraído por el ruido de la fiesta esperaba una coyuntura para introducirse en la sala con su pegajosidad de parásito. El aperador le amenazó con varios palos si seguía allí.

Era la tenacidad del avaro que desea estar en contacto á todas horas con sus propiedades, la pegajosidad del usurero que siempre tiene cuentas pendientes que arreglar.

La inspiración huía, espantada por el ruido de las telas y la pegajosidad de los insectos. Le era imposible hacer nada, y acababa por pasearse nerviosamente, jurando que era un imbécil; hasta que Feli, molestada por su cólera, le rogaba que volviese a la calle en busca de distracciones.

El bosque bravío cubre la capital de remotas épocas; pasa el cazador salvaje por donde en otro tiempo eran recibidos los caudillos vencedores con aparato de semidioses; pacen las ovejas y sopla el pastor en su caramillo sobre las ruinas que fueron tribuna de leyes muertas; vuelven a agruparse los hombres y surge la cabana, la aldea, el castillo, la fábrica, la ciudad enorme, y se repite lo mismo, siempre lo mismo, con una diferencia de centenares de siglos, como se repiten de unos hombres en otros iguales gestos, ideas y preocupaciones en el transcurso de unos cuantos años. ¡La rueda! ¡El eterno recomenzar de las cosas! ¡Y todas las criaturas del rebaño humano cambiando de aprisco, pero jamás de pastores! ¡y los pastores siempre eran los mismos, los muertos, los primeros que pensaron, y cuyo pensamiento primordial fue como el puñado de nieve que rueda y rueda por las pendientes, agrandándose, llevando adherido en su pegajosidad todo cuanto encuentra al paso!... Los hombres, orgullosos de su progreso material, de los juguetes mecánicos inventados para su bienestar, se creían libres, superiores al pasado, emancipados de la servidumbre original, ¡y todo cuanto decían se había dicho centenares de siglos antes, con diversas palabras!

Admiraba ingenuamente la falta de escrúpulos de estos mozos, que vivían de poner a contribución las ilusiones de las extranjeras de paso, y se compadecía a él mismo recordando sus debilidades con cierta mujer. A estas distracciones que le ofrecía el trato con algunos torerillos uníase la pegajosidad de cierto entusiasta que le perseguía con sus súplicas.

Palabra del Dia

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