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Este movimiento espontáneo de las campañas pastoriles fué tan ingenuo en sus primitivas manifestaciones, tan genial y tan expresivo de su espíritu y tendencias, que abisma hoy el candor de los partidos de las ciudades que lo asimilaron a su causa y lo bautizaron con los nombres políticos que a ellos los dividían.

Entre los pocos que fueron compuestos en sus últimos años, brilla La Arcadia, por la bella claridad de su estilo y por los atractivos de sus cuadros, así de la naturaleza como del sentimiento; pero el interés dramático es escaso, á semejanza de los dramas pastoriles italianos, que les sirven de modelo.

Provienen, sin género alguno de duda, de las representaciones usadas en las iglesias, desde los tiempos primitivos, para solemnizar el nacimiento de Jesús, y nos hacen recordar, como sus tipos originarios, las églogas pastoriles de Juan del Encina y de Gil Vicente, aunque su acción sea de ordinario más extensa y complicada.

Tampoco podemos admitir que el aparato escénico, necesario para representar las últimas piezas, fuese tal como él lo describe; al contrario, nos inclinamos á pensar muy al revés, pues que en ciertas comedias, como en La Eufemia y en Los engaños, de nada hubieran servido los trajes pastoriles, y en La Armelina hubiese sido imposible la representación sin un aparato escénico mucho más complicado.

Todas se asemejan á las églogas pastoriles de Encina en estilo, en espíritu y estructura, si bien se diferencian de ellas en ofrecer muchas escenas burlescas de la hipocresía y superstición, causas, sin duda, de que la Inquisición interviniera inutilizando la mayor parte de los ejemplares. La segunda de las farsas mundanas, reimpresa toda por Gallardo, es muy bella.

Maltrana, al pie de la escalera, torció el gesto e hizo señas, con el enfado de un propietario futuro que ve prodigado sus bienes. Ella, al fin, quiso fijarse en sus extremidades, y sin emoción alguna arregló el desorden de la falda, borrándose la divina aparición como la luna entre nubes. Sólo entonces volvió la flauta a lanzar sus pastoriles gorjeos y los danzarines reanudaron sus evoluciones.

Los Coloquios pastoriles de muy agraciada y apacible prosa, por el excelente poeta y gracioso representante Lope de Rueda, son el Coloquio de Timbria y el Coloquio de Camila. Idem.

Por coincidencia, y aunque ella no hubiese leído el soneto de Lope, concebía imágenes pastoriles y acaso se figuraba a doña Agustina como a una mayorala o rabadana que llevaba en pos de , atado con un cordón, el manso que ella, la zagala Juanita, había cuidado con esmero, dándole de su sal a puñados.

Lo infinito queda apelmazado dentro de sus almas, y no se desarrolla nunca..... Pero toda la palmera está en el dátil y toda la encina en la bellota: así es que cuando, en un rato de baile, se dicen un requiebro ó se endilgan una copla, el madrigal tiene la fuerza de una bala. Y de aquí la densidad de sentimientos de los cantares pastoriles.

Los dramas pastoriles merecen sección aparte al clasificar las obras de Lope. Recordaremos que, ya en sus años juveniles, había escrito dos, titulados, El verdadero amante y La pastoral de Jacinto.