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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Tocóme por casualidad entrar en domingo en la nebulosa ciudad, y la impresion que recibí fué la que experimentan todos los extranjeros que llegan por la primera vez en semejante dia; tristísima, de aburrimiento. La iglesia anglicana, que desde la época de la reforma se gobierna de un modo especial, prohibe en su libre fanatismo toda vida y todo movimiento en el dia del domingo.

Pero como de abandonarse a sus instintos, a sus ensueños y quimeras se había originado la nebulosa aventura de la barca de Trébol, que la avergonzaba todavía, miraba con desconfianza, y hasta repugnancia moral, cuanto hablaba de relaciones entre hombres y mujeres, si de ellas nacía algún placer, por ideal que fuese.

Todo el claro-oscuro del sepulcro consistía en menudos órdenes de bien agrupadas líneas, formando peine y enrejados más o menos ligeros según la diferente intensidad de los valores. En el modelado del angelote había tintas tan delicadas, que sólo se formaban de una nebulosa de puntos pequeñísimos. Parecía que había caído arenilla sobre el fondo blanco.

Había en el ambiente de aquella época una multitud de ideas en estado de nebulosa, problemas en estado de esperanzas, generosidades en movimiento que debían condensarse más tarde y formar lo que ahora se llama el cielo tempestuoso de la política moderna. Mi imaginación casi desarbolada, pero no del todo apagada, encontraba en aquel objetivo algo que la seducía.

La Via Láctea entera aparece como una gran nebulosa, compuesta por multitud de estrellas, ya aisladas y dispersas en el cielo, ya agrupadas en núcleos compactos. Las nubes de Magallanes, la Nube mayor y la Nube menor, que se ven en el cielo del hemisferio austral, están compuestas á la vez de estrellas dispersas, de grupos estelares, y de nebulosas indescomponibles.

El golfo se coloreaba de rosa, como si creciesen en sus entrañas, bajo los rayos oblicuos del sol, inmensos bosques de corales. El azul del cielo también se tornó rosado, y las montañas se incendiaron al reflejar el astro agonizante. El penacho del Vesubio era menos blanco que en la mañana. Su columna nebulosa, rayada con estrías rojizas por la luz moribunda, parecía reflejar el fuego interior.

Aquel punto luminoso le deslumbraba sin duda, o el capullo de su idea iba poco a poco aclarando la borra nebulosa en que antes aparecía envuelto. El tío Frasquito no se hizo repetir la invitación: envolvió los sellos con gran cuidado en el papel en que se hallaban puestos y guardóselos prontamente en el bolsillo, como si temiese que Jacobo revocase la dádiva.

El herido, siguiendo con su mirada nebulosa las manos que le martirizaban, vio unas mangas negras, luego una corbata, un cuello de camisa distinto al que usaban los isleños, y encima de todo esto una cara con bigote cano, una cara que había visto otras veces en los caminos, pero no podía asimilar ahora al recuerdo de un hombre. Poco a poco fue reconociéndolo.

Palabra del Dia

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