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Conociéndolos algunos que iban con el Duque, se los mostraron y no hizo caso dello; y vista la poca gente que había en las naves, hubo grandes contrastes sobre si se iría adelante ó no. Todos eran de parecer que se tornasen; D. Álvaro sólo tuvo fuerte en que se fuese, tratando de pusilánimos á los que contradecían.

A lo que se agrega otra reflexion, que nace del naufragio que han padecido algunas naves en el estrecho de Magallanes.

Ellos nos pintan á la imaginacion espaciosos atrios sostenidos de columnas, encumbradas torres, muros cubiertos de bruñidos mármoles; ¿qué mucho, pues, que se decorasen alguna vez con frescos ó mosáicos simbólicos las naves de aquellas basílicas españolas compañeras de las que á S. Eulogio le merecieron tantos encomios?

Por la misma causa se pudieran licenciar todas las naves que allí estaban detenidas, con los soldados que no eran menester y gente inútil, reservando los que habían de quedar en el fuerte y los que pudieran ir en las galeras, y mandar asimismo á Sicilia para que despidiesen la gente que se había mandado hacer desde Malta, y no hacerla venir, como vino, sin ser menester.

Pero mi padre dijo lentamente, porque no le saliese la frase en verso y de modo que sus palabras adquirieron un tono pedante y aforístico: «Tiene razón mi señora la duquesa. Quienes amontonan el oro son hombres viles. ¿Qué aconsejó Yago? Llena tu bolsa. Quienes lo conquistan y lo reparten son hombres nobles. ¿Qué hizo Hernán Cortés? Quemar sus naves.

Este mismo día llegaron allí las galeras con el Visorrey, y dende á pocos días se acabaron de recoger las galeras de Cigala y otras naves que faltaban, con gente y municiones. Por todo el mes de noviembre no se pudo partir de Zaragoza por los malos tiempos.

Formábanse sin embargo en el nuevo departamento treinta y cinco naves trasversales en vez de las treinta y tres del antiguo, porque no se prolongó el ala de habitaciones que caía á oriente del Mihrab y que ocupaba el espacio de dos naves.

No parece que ocurriera á nadie hacerlo: las galeras zarparon al amanecer del día 16, pasando á Seco del Palo en espera de las naves y aun de las galeras rezagadas, en número de ocho, á saber: las cuatro de Malta, dos de Mónaco y las patronas de Doria y de Sicilia.

Y sin embargo el fervoroso entusiasmo de Al-hakem encuentra todavía nuevos medios de embellecimiento: resuelve prolongar las once naves ciento cincuenta piés más hácia el mediodia, construyendo un santuario que no tenga igual en el orbe.

En otra ocasión, tal vez los hubiera aún exagerado. Pero cuando se juzga en causa propia, se es menos rígido y muchas veces un deseo nos hace cambiar los más íntimos sentimientos. El vivo interés que el inspector general sentía ahora por Simón le llevaba a transigir con sus antiguos principios y sin mucho miramiento pegó fuego a sus naves.