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Actualizado: 1 de junio de 2025
Sin embargo, ¿qué se han hecho entre esas montañas animales la presteza y el ardor de vida que desplegaba el rotífero? ¡Qué caída la nuestra al ascender la escala!... Mis átomos estaban llenos de vida, se movían vertiginosamente, y esas bestias gigantescas están atacadas de parálisis.
Pepe sentía una zozobra inexplicable: cada dos minutos formaba resolución de irse; pero sus pies no se movían... De cuando en cuando el remover de las sillas producía un estrépito entrecortado y seco, tras el cual sólo se oía un ruido bajo y sordo, semejante al que producen las culebras arrastrándose entre hojarasca seca.
Eran estudiantes y obreros que perfeccionaban sus conocimientos en escuelas y talleres, refugiados que se habían acogido á la hospitalaria playa de París como náufragos de guerras y revoluciones. Sus gritos no tenían significación oficial. Todos estos hombres se movían con espontáneo impulso, deseosos de manifestar su amor á la República.
Al terminar la misa, los imponentes personajes movían la cabeza saludando á los fieles más cercanos. «Buenos días.» Para ellos era como si acabase de salir el sol: las horas de antes no contaban.
Eran tan juiciosas, que jamás se movían del sitio en que las colocaban. Sólo crujía el gozne de madera de sus rodillas, hombros y codos, cuando el alemán las sentaba al piano, ó las hacía tomar los lentes para mirar á la calle. De resto, no daban nada que hacer, y jamás se les oyó decir esta boca es mía.
Duraba aquel viento sur blando, templado, perezoso; a veces ráfagas vivas movían como sonajas de panderetas las hojas, que empezaban a secarse y sonaban con timbre metálico. Eran como estremecimientos de aquella naturaleza próxima a dormir su sueño de invierno. Ana oía ruidos confusos de la ciudad con resonancias prolongadas, melancólicas; gritos, fragmentos de canciones lejanas, ladridos.
Sus ojos pudieron ver entonces por encima de los matorrales varios puntos de luz que se movían con una evolución rítmica, cambiando la intensidad y el color de sus resplandores. Indudablemente son luciérnagas murmuró ; luciérnagas de este país, distintas á todas las que conozco.
El Magistral iba un poco avergonzado: le pesaba, por un lado y por otro no la casualidad, o lo que fuera, de ir tocando con Ana. Tocando apenas, por supuesto; ni ella ni él se movían.
No tardó mucho tiempo en ver desde el bosque donde se hallaba un prado extenso que le seguía. En medio de él una cuadrilla de segadores inclinados hacia la tierra movían sus brazos á compás. Cerca de ellos, en pie, estaba un joven vestido de dril azul y sombrero de paja. Era nuestro conocido Pedro, que vigilaba los trabajos de la gente y los dirigía. Podría tener unos veinticinco años de edad.
Mis alambicados pensamientos y el ensueño ideal que repentinamente, tarde y fuera de sazón, movían y embriagaban mi alma, la llenaban de desesperanza y de anhelo de muerte, aunque yo seguía hallando hermoso el mundo, y rico en encantos, en curiosos misterios y en amena variedad de casos el espléndido tejido de la vida humana.
Palabra del Dia
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