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Actualizado: 19 de junio de 2025
Era indispensable buscar albergue; después trataría de curar a Mordejai de su sarna o lo que fuese, pues abandonarle en tan lastimoso estado no lo haría por nada de este mundo, aunque ella se viera contagiada del asqueroso mal. Dirigiose con él a Santa Casilda, y hallando desocupado el cuartito que antes ocupó el moro con la Petra, lo tomó.
A lo cual el mozo respondió, en lengua asimesmo castellana: -Ni soy turco de nación, ni moro, ni renegado. -Pues, ¿qué eres? -replicó el virrey. -Mujer cristiana -respondió el mancebo. ¿Mujer y cristiana, y en tal traje y en tales pasos? Más es cosa para admirarla que para creerla.
»Apenas hubo oído esto el moro, cuando, con una increíble presteza, se arrojó de cabeza en la mar, donde sin ninguna duda se ahogara, si el vestido largo y embarazoso que traía no le entretuviera un poco sobre el agua.
Vuelvan vuestras mercedes los ojos a aquella torre que allí parece, que se presupone que es una de las torres del alcázar de Zaragoza, que ahora llaman la Aljafería; y aquella dama que en aquel balcón parece, vestida a lo moro, es la sin par Melisendra, que desde allí muchas veces se ponía a mirar el camino de Francia, y, puesta la imaginación en París y en su esposo, se consolaba en su cautiverio.
Moro infame, ¿no sabías Que mi propia vida herías, Que está en aquel pecho honesto? NU
Y le dio el capitán de la guardia presentes y dones, y le envió. 6 Y vino entonces Jeremías a Gedalías hijo de Ahicam, a Mizpa, y moró con él en medio del pueblo que había quedado en la tierra.
Fuilo, y quise con ventaja Tal, que apenas la mortaja Borrará fe tan subida. Fuiste querida primero, U empezó el amor de tí? Primero querida fui Del que quise, querre, y quiero. Es mozo? Y aun gentilhombre. Es cristiano? Pues qué moro? No sale de su decoro Quien ha de cristiano nombre. Y es pecado querer bien A un moro? Yo no sé nada, Sé que es cosa reprobada, Y á cristianos no está bien.
Acabó en esto de encender el candil el cuadrillero, y entró a ver el que pensaba que era muerto; y, así como le vio entrar Sancho, viéndole venir en camisa y con su paño de cabeza y candil en la mano, y con una muy mala cara, preguntó a su amo: -Señor, ¿si será éste, a dicha, el moro encantado, que nos vuelve a castigar, si se dejó algo en el tintero?
No por ello nos dieron ellos los esclavos cristianos que tenían en la isla. Desde á tres días vino un moro á caballo, viejo, y llegó á un tiro de arcabuz de nuestras trincheras, donde se apeó y hincó un palo en tierra. Dejó allí una carta y alargóse. Fueron por ella y trajéronla al Duque.
Pues mira, a mí me habría gustado ver a ese moro Muza y hablar con él... ¡Esta Juliana, que en todo quiere meterse!...». Atontada por crueles dudas que desconcertaban su espíritu, Doña Francisca no pudo expresar ninguna idea, y siguió revisando los cubiertos desempeñados.
Palabra del Dia
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