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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Llamas a esto perder la razón... Acaso el cordero no se rebela cuando lo llevan a... ¿Y tú querrías? ¿Así es como me amas?... ¿No piensas en Martín? ¡Es tu hermano! ¡lo sé!... Pero sé también que moriré si sigo por más tiempo al lado de él. Me pongo a temblar sólo al pensarlo... ¡Llévame contigo, Juan! ¡Llévame contigo!
Pueden venir, y ya ve usted... qué compromiso. No me dejarán hacer mi gusto, me enfadaré, y no me moriré tan santamente... como quiero morirme. No dijo más. Plácido, acercándose a contemplarla, se asustó extraordinariamente.
¡Juan!... ¡por piedad, no me abandones!... ¡no puedo... vivir sin ti! Sus dedos se hunden en los hombros de Juan. No partirás... no lo quiero. El trata de apartarse a la fuerza. ¡Ah!... te vas... ¡cruel!... Me moriré si me abandonas... No puedo... Llévame contigo... ¡Llévame contigo! ¿Has perdido la razón, desgraciada? Y se oculta el rostro en las manos gimiendo. ¡Ah!
Levantose el padre de Magdalena; pero ésta hizo un ademán de súplica tan insinuante que volvió a sentarse ocultando la frente entre sus manos. Reinó un largo silencio que sólo interrumpía Amaury con sus sollozos. Las cosas volvían al mismo estado que dos semanas atrás; pero con la diferencia de que el nuevo accidente había sido una grave recaída. «¿Viviré o moriré?
Yo moriré, si muero, pero ha de ser vengada y satisfecha del que me ha dado ocasión de venir a este lugar a llorar sus atrevimientos, nacidos tan sin culpa mía.
Palabra del Dia
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