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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Y cogiéndola del brazo dobló con ella de nuevo la esquina de la calle de Serrano; entonces, ciega de ira la dama, parada en la acera, cual si la rabia la hubiese allí enclavado, comenzó a arrojar por la boca todos los sentimientos de su corazón mezclados y confundidos, pero bajo la forma siempre del insulto, a la manera que lanza un volcán todas las materias contenidas en su seno, formando un solo cuerpo, un solo torrente de lava que tala y destruye por dondequiera que pasa... Esforzábase en vano Jacobo por probarle su inocencia; ella no le dejaba hablar, y con sus flacas manecitas habíale deshecho el embozo, levantando hasta el rostro de él las uñas, como si quisiera arrancarle los ojos.

Y él caía y caía, durante años, durante siglos, hasta sentir en su espalda la blandura de la cama... Abría entonces los ojos. Margalida estaba allí, contemplándolo con expresión de terror a la luz del candil. Debían ser las altas horas de la noche. La pobre muchacha suspiraba de miedo mientras le cogía los brazos con sus manecitas temblorosas. ¡Don ChaumeAy, don Chaume!...

Por la plaza, y por la calle larga que va desde ésta a la iglesia a orillas del mar, discurría también bastante gente. Basilisa tomó por la carretera de Rodillero, que ciñe la orilla opuesta da la pequeña ensenada frente por frente de Peñascosa, y marchó apresuradamente, casi a la carrera. ¿Por qué corres, mamá? ¿Dónde vamos? preguntó el niño acariciándole con sus manecitas la cara.

Un día, al inclinarse ésta sobre la cuna, las miradas de la niñita se fijaron en el brillo del bordado de oro que cercaba la letra, y extendiendo las manecitas trató de asirla, sonriendo sin duda, aunque con una extraña expresión que hizo que su rostro pareciera el de un niño de mucha más edad.

¿Deseas volver a aquella horrible prisión, más cerrada y más sombría que la casa de los Requejos? le dije con exaltación, estrujando sus manecitas entre las mías. Más vale esperar me contestó . Llévame a mi casa. ¡Otra vez allá! exclamé deteniéndola en su marcha con la barrera de mis brazos, que hubieran querido ser muralla indestructible para separarla del resto del mundo . ¡Otra vez allá!

Abriéronlo algunos de los circunstantes, y todos los demás se agruparon en derredor para ver las facciones de la muerta: era una niña como de diez años, coronada de flores, las manecitas cruzadas en actitud de rezar no se sabe qué y semejante á un ángel de cera, tan bonito y puro, que al verle todos se admiraban de que se hubiera tomado el trabajo de vivir.

Palabra del Dia

santificación

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