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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
Necesitábamos hacer varias visitas: «¡Un carruaje!» dijimos; pero un coche es pesado; un cabriolé será más ligero: no bien lo habíamos dicho, ya estaba mi criado en casa de uno de los mejores alquiladores de esta corte, sobre todo, de esos que llevan dinero por los que llaman bombés decentes, donde encontró, efectivamente, uno sobrante y desocupado, que, para calcular cómo sería el maldecido, no se necesitaba saber más.
¿Bardas de corral se te antojaron aquéllas, Sancho -dijo don Quijote-, adonde o por donde viste aquella jamás bastantemente alabada gentileza y hermosura? No debían de ser sino galerías o corredores, o lonjas, o como las llaman, de ricos y reales palacios. -Todo pudo ser -respondió Sancho-, pero a mí bardas me parecieron, si no es que soy falto de memoria.
D. Cristóbal de Moura no pasa, sin embargo, de ser mero instrumento de superiores voluntades humanas; su figura se hunde y se anega, digámoslo así, en el torrente impetuoso de los grandes sucesos, y su personalidad queda obscurecida y eclipsada por las de aquellos príncipes y señores que intervienen en los sucesos, que los dirigen o los determinan, y cuyos caracteres, talentos, virtudes y vicios, despiertan más nuestra curiosidad y llaman hacia ellos nuestro pensamiento con mil veces mayor atractivo.
Argüelles, que habló con tanta elocuencia como de costumbre, antojósele a Ostolaza dar al viento el repiqueteo de su voz clueca y becerril, y entre las risas de las tribunas y el alborozo del paraíso, defendió a los uñilargos y pancirrellenos que viven del arca-boba de la Iglesia». Hombre, los trata con demasiada benevolencia. Ellos nos llaman a nosotros <i>herejotes y calabazones</i>.
Y, por el contrario, los monarcas y grandes señores se engalanan con todo el lujo que pueden, llevando por túnica los mejores vestidos de sus mujeres o de sus novias, y por mantos las colchas más ricas de las camas, por lo cual se llaman los encolchados.
El clima es tan saludable que apenas se encuentra otro que lo sea más, aun para los forasteros; sólo los que se entregan al vicio de la incontinencia experimentan los estragos del mal venéreo de que los naturales están bastante tocados, aunque en ellos no se experimentan los fuertes efectos que en los españoles; y aunque en algunas estaciones del año, particularmente en el otoño, se experimentan fiebres intermitentes, que aquí llaman chuccho, son de tan poca malicia que si alguno muere es por falta de asistencia.
¡Utopía, utopía! contestó secamente Simoun; la máquina está por encontrarse... en el entretanto tomo mi cerveza. Y sin despedirse dejó á los dos amigos. Pero ¿qué tienes tú hoy que estás batallador? preguntó Basilio. Nada, no lo sé, pero ese hombre me da horror, miedo casi. Te estaba tocando con el codo; ¿no sabes que á ese le llaman el cardenal Moreno? ¿Cardenal Moreno?
Al examinar particularmente los dramas de Calderón, nuestro objeto inmediato ahora, daremos la preferencia á las comedias religiosas. Comprendemos bajo esta denominación, no sólo aquellos dramas, que se llaman comedias divinas, con arreglo á la nomenclatura española, sino, en general, todas aquéllas cuyo carácter predominante es el religioso.
Asimismo era interior el despacho de D. Baldomero. Estaban abonados los de Santa Cruz a un landó. Se les veía en los paseos; pero su tren era de los que no llaman la atención.
Tiene las prendas con que se cubre, destrozadas y llenas de remiendos, la gorra reluciente de mugre, las manos guarnecidas por escamas de roña, los ojos legañosos y el bigote quemado de apurar colillas; todo él es seboso y hediondo. Sus compañeros le llaman Pachín el Guarro.
Palabra del Dia
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