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Actualizado: 9 de junio de 2025
Me levanto de la cama y escribo estos cuatro renglones en un estado casi febril. Todo el mundo nota que ando ojeroso y pálido estos días.
En arrimándome a la lumbrona de la cocina, ya tengo todo lo que necesito... Y si no, con verlo basta. Con lo que se levantó de la silla y rompió a andar el bendito de Dios, sin darme apenas tiempo para alumbrarle con la vela en lo más obscuro de los pasadizos. ¡Leer! ¡escribir!
Se levantó y fue a apagarla con un soplo. Después, al sentarse nuevamente, lo hizo en sitio distinto. El pianista terminó sin novedad su sinfonía. Las conversaciones cesaron de golpe. Algunos batieron las palmas y otros dijeron: «¡Muy bien, muy bien!» Ninguno le había escuchado.
Se levantó movido de secreto impulso, bajó al zaguán, salió hasta el campo, y como quien no pierde por la precipitación idea del sitio donde va, cruzando tierras sembradas, se fue hacia la iglesia que desde la ventana de su cuarto había visto.
De aquí se partió otra vez á Cádiz sin querer recibir ninguno de los riquísimos presentes que el ilustrísimo señor Levanto le ofrecía, en agradecimiento de lo mucho que había cooperado con los ministros de la república de Holanda para que su ilustrísima fuese restituído á su libertad.
El viento que penetra por la ventana entreabierta la ha producido, sacudiendo la luz de las bujías. Y se levantó bruscamente, para cerrar la ventana, volviendo a arrellanarse después en su asiento. Pero, realmente, don Fernando parecía haber cambiado de postura y estar poco dispuesto a tomar de nuevo la que le diera el pintor... Me siento mal se repitió su último heredero. No, no puede ser así.
El desconocido se levantó un poco el sombrero, descubriendo la frente estrecha y respondió, palabra por palabra: He aquí tu caso, estimable Teodoro: ¡Veinticinco duros mensuales es una vergüenza social!
Desde que supo la cobarde y traidora intriga urdida para que sus bienes fueran a parar al fruto de los adúlteros, no levantó cabeza. Bebió el cáliz del dolor hasta las heces. Lo bebió con la sonrisa en los labios para no desmentir sus teorías, pero el veneno produce siempre su efecto; le abrasó las entrañas. La tos fue en aumento, los esputos sanguinolentos también.
El estado de D. Luis, después de las agitaciones de todo aquel día, era el de un hombre que tiene fiebre cerebral. Currito y el capitán, cada uno de un lado, le agarraron y llevaron a su casa. D. Pedro de Vargas se levantó sobresaltado cuando le dijeron que venía su hijo herido.
Miró intensamente á Ricardo, que bajaba los ojos, no sabiendo qué decir, y añadió con expresión pensativa: Crea usted que un hombre joven y enérgico hubiera ido muy lejos teniendo á su lado una mujer como yo. Sorprendido Watson por estas palabras, levantó su mirada, pero volvió á fijarla en sus pies, cual si temiera seguir viendo los ojos de ella.
Palabra del Dia
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