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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Tambaleándose como sacerdotisas de Baco, y revolviendo sus apretados puños en el hueco de los ojos, la Mariuca y la Pepina se iban a sus lechos, que eran cómodos y confortantes, paramentados con abigarradas colchas. Poco después oíase un roncante dúo de contraltos aletargados que duraba sin interrupción hasta el amanecer.

Tal parece á cada momento, á la vuelta de un recodo brusco, que va la diligencia á salvar un precipicio saltando de un cerro á otro, según es de accidentado el terreno. Así se anda de sorpresa en sorpresa. No he visto nada tan romántico, tan ásperamente hermoso y triste como aquellas reducidas planicies de la Sierra-Nevada, que parecen lechos de lagos disecados hace muchísimos siglos.

Cogieron á la mayor parte divididos por sus alojamientos, en sus lechos, y en sumo descanso; porque entre los que tenian por amigos les parecia inútil el cuidado de guardarse. Entró esta caballería por algunos casales, pasando por el rigor de la espada todos los Aragoneses y Catalanes que toparon.

En lechos de hojas estaban alineados y colocados con cierto arte los pimientos y tomates, con sus rubicundeces falsas de productos casi artificiales; los guisantes en sus verdes fundas; todo apetitoso y exótico, pero tan caro, que al oír sus precios retrocedían con asombro los buenos burgueses que por espíritu de economía iban al Mercado con la espuerta bajo la raída capa.

El sol del otoño enrojecía las amarillentas montañas del litoral, secas y olorosas, cubiertas de hierbas de bravos perfumes que se esparcían á largas distancias. En todos los repliegues de la costa pequeñas ensenadas, lechos de torrentes secos ó escotaduras entre dos cumbres surgían blancas agrupaciones de caserío. Ferragut contempló el pueblo de sus abuelos.

En aquel camino no encontraréis ni cascadas, ni ríos caudalosos, ni viva ni alegre vegetación. La hoja pierde su esmalte con el polvo que la cubre, y los ríos en tiempo de secas muestran sus descarnados lechos salpicados de las excrecencias volcánicas que arrastran de las misteriosas grutas del San Cristóbal.

De nuestro campo quiero en todo caso Que salgan las infames meretrices, Que de ser reducidos á este paso Ellas solas han sido las raices. Para beber no quede mas de un vaso, Y los lechos un tiempo ya felices, Llenos de concubinas, se deshagan, Y de fagina y en el suelo se hagan.

Aquello era más melancólico que las ruinas del otro gran convento hacinadas entre la hiedra. Una celda habitable y deshabitada representa, en efecto, algo más funesto y pavoroso que la destrucción. Los pedazos de mármol que acabábamos de ver parecían tumbas cerradas: las celdas del noviciado eran como lechos mortuorios ó ataúdes vacíos, de donde acababan de sacar los cadáveres.

Los hombres armados se esparcieron por las habitaciones en busca de enemigos. Metían las bayonetas debajo de camas y divanes. Otros, con un automatismo destructor, atravesaron los cortinajes y las ricas cubiertas de los lechos.

13 Y de los otros, ninguno osaba juntarse con ellos; con todo eso el pueblo los alababa grandemente. 15 Tanto que echaban los enfermos por las calles, y los ponían en camas y en lechos, para que viniendo Pedro, a lo menos su sombra tocase a alguno de ellos.

Palabra del Dia

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