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Actualizado: 14 de julio de 2025
Sentí que el corazón me latía fuertemente; me pasó como un carbón encendido por la garganta; turbóseme la vista, y sin saber cómo, me encontré á sus pies, diciendo: Más vale morir una vez que morir mil veces cada día.
Por ti se siente Urbási capaz de los mayores sacrificios. Por seguirte lo abandonaría todo, e imitando a Savitri fiel consorte de Satyavat, acosaría sin temor a Yama, dios de la muerte, para sacarte de entre sus manos, como tú la sacaste a ella, y estrecharte luego apasionadamente en sus hermosos brazos. Al oír a Narada, el corazón de Morsamor latía y saltaba agitadísimo por júbilo inefable.
Por encima de las diferencias religiosas y filosóficas, de la oposición de inteligencia y carácter asomaba briosamente el amor a la humanidad que latía en el corazón profundamente cristiano del joven sacerdote. D. Álvaro era un hermano que padecía. Ante esta consideración, todas las demás ceden en las almas donde ha soplado el espíritu del sublime Nazareno.
Sí, señor; fui militar. Otros que son santos lo fueron. Y al recordar sus tiempos de soldado, latía en sus palabras cierto orgullo; la misma satisfacción soberbia que muestra la Iglesia al decir que muchos de sus santos fueron antes hombres de espada. ¿No se lo dije en otra ocasión, amigo don Isidro? fui militar y estuve en aquel zafarrancho de Alcolea, pero al lado de los malos.
Mas, súbitamente, Amaury sintió que hacía presión sobre su brazo todo el peso del cuerpo de su amada, entonces se detuvo asustado al verla con el talle doblado hacia atrás, lívido el rostro, cerrados los ojos y entreabiertos los labios. Se había desmayado. Amaury no pudo contener un grito. El corazón de Magdalena no latía; hubiérase dicho que la muerte lo había paralizado.
Soltó Chisco el Canelo que ya latía en su perrera, oliéndose lo que se estaba fraguando entre nosotros, y me mostró su regocijo, al verse libre, poniéndome las manos sobre el pecho... y a riesgo de perder el equilibrio con la fuerza de sus cariñosas demostraciones.
¡Pobrecita! es un ángel, no puede negarse decía misia Casilda bajando la escalera. Y Susana, llorando, la tiraba besos como quien echa flores, con el presentimiento que ya no vendría más, porque la reconciliación no se había pactado... no, no vendría más; su empresa había fracasado y su corazón, de duelo, ya no latía como antes.
Palabra del Dia
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