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Entre las que pertenecen á la antigüedad clásica, sólo merece exceptuarse la de Nerón, ó según el título español, La Roma abrasada, que se distingue por la pompa lírica de algunas descripciones.

Si Lope sabe sentir y apreciar la épica española y hace de su teatro como una continuación del romancero, no es menos asombroso su sentimiento de la lírica popular. "Su corazón dice el señor Pidal en la obra citada ha permanecido siempre abierto a la inspiración ingenua y ruda de los humildes: los cantos populares despiertan en él el eco fiel y armonioso de la poesía más profunda."

La rima masculina parece haber sido excluída, y de aquí que los versos tengan siempre siete ú once sílabas . Ninguna combinación es tan importante como ésta, ya para los diálogos apasionados, ya para la expresión lírica de los sentimientos vivos, ya para las imágenes más galanas y rápidas de la descripción. e.

El brillo de su forma acostumbró tanto al público á ellas, que después no gustó pieza alguna, que no ofreciese tan rica profusión de combinaciones métricas, y la mezcla de épica y lírica, que las distinguía.

En ella vive la raza, y su lírica figura a las hadas rememora, cuando en la noche serena aparecen con sus clámides rutilantes de hermosura bajo los besos de amor y paz de la luna llena. En la magia de su rostro que es poético y sencillo se conserva la dulzura de la Virgen de Murillo, una bruma de delirio y una sensación de seda.

Y lo peor no era que los versos fueran malos, insignificantes, vulgares, vacíos... ¿y los sentimientos que los habían inspirado? ¿Aquella piedad lírica? ¿Había valido algo?

Dedicados entonces los españoles al estudio de la literatura italiana, que florecía en aquella época, y que enseñó á sus poetas una lírica más perfecta y completamente diversa de la nacional, empezaron á modificar sus antiguos cantos populares.

Ya se entiende que la tal división es muy posterior a lo dividido. Hubo poesía lírica y épica siglos antes de que a nadie se le ocurriese distinguir los géneros con los nombres que aquí les damos, o con otros.

Pero las naciones son como los hombres: para brillar incomparablemente en la historia, necesitan desgarrarse el seno en una gestación dolorosa; para crear el arte, es indispensable esa actividad intelectual, lírica, fantástica, reñida con la práctica, que trae las fatales confusiones entre el sueño y la realidad, que determinan la guerra del Peloponeso, él torbellino italiano del siglo XVI o la monstruosa sacudida del 89.

El refrán lo dice: a mal Cristo, mucha sangre. En la poesía lírica, si bien se considera, acontece lo mismo que en la epopeya y el drama.