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13 Después de él juzgó a Israel Abdón hijo de Hilel, piratonita. 14 Este tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, que cabalgaban sobre setenta asnos; y juzgó a Israel ocho años. 15 Y murió Abdón hijo de Hilel, piratonita, y fue sepultado en Piratón, en la tierra de Efraín, en el monte de Amalec.
Sus nervios y su fantasía hallábanse horriblemente excitados, por lo cual Teodoro juzgó prudente obligarle al reposo. Sonriendo le dijo: Por ahora ha visto usted bastante. No se pasa de la ceguera a la luz, no se entra en los soberanos dominios del sol como quien entra en un teatro. Es este un nacimiento en que hay también mucho dolor.
Yo no debí poner los ojos con tanta complacencia en esta mujer peligrosísima. No me juzgo perdido; pero me siento conturbado. Como el corzo sediento desea y busca el manantial de las aguas, así mi alma busca a Dios todavía.
Juzgo que para un latino cuya vida ha pasado en el seno de sociedades cultas y educadas, será difícil connaturalizarse con el modo de ser yanqui, áspero y egoísta en sus formas.
Claro está; pero no es eso Lo que nos tiene confusos, Sino ignorar en qué reino Ó en qué provincia este santo Tomó el hábito; porque esto Ni él ha querido decirlo, Ni hemos podido saberlo; Con que juzgo que no es fraile. Ni aun quisiera parecerlo. Yo he pensado que es Elías, Porque manda con imperio Notable y con aspereza. No asistía en tan ameno País. Yo creo que es ángel.
El primer movimiento de Mauricio, como Clementina había previsto con toda exactitud, fué cerrar el cofrecillo, volver al salón de baile, llevarse á Héctor á un rincón solitario y allí aplicar sobre su nutrida cara un buen par de bofetadas. Pero resistió esta tentación y juzgó más razonable hacer á su tutor árbitro de la situación.
Dejándose persuadir por Narada, había creído en el levantamiento general de toda la India, en favor del predominio brahmánico, y no juzgó prudente ni seguro tratar de volver a Goa, ni dirigirse a otro lugar que no estuviese fuera de los límites de la India.
Juzgó Antonio lo más acertado ordenar a un tal Paulino, muy adicto suyo y hombre de toda confianza, que pasara la noche en mi estancia, en el umbral mismo de la puerta-ventana, para ayudar a aclarar el molesto, si bien un tanto ridículo misterio.
No, Ricardo, yo no puedo considerarla con tu criterio, esto es todo; creo que es una mujer, y nada más; y así, la juzgo como a todas... igualita a todas: las novias, o las solteras en un grupo: buenas, amables, sencillas, modestas, etcétera... preparándose a formar el otro grupo, ¡el antitético!
Ser querida por sí, le pareció fácil: saber cuál amor sería sincero, lo juzgó imposible.
Palabra del Dia
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