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Actualizado: 22 de julio de 2025
Castro, en vez de acudir a la defensa, contentóse con sonreír discretamente y exclamar con negligencia: ¡No sabéis lo que decís! Aquella sonrisa, aquel tono superior y desdeñoso, querían sin duda significar que era ridículo hablar de las interioridades de Clementina en presencia de él. Pusiéronse sobre el mantel las honras de otra porción de señoras y caballeros.
El duque de Lerma, que después de una larga vida de cortesano, que le había hecho práctico en la intriga, llegó á ser árbitro de los destinos de España como ministro universal al advenimiento al trono de Felipe III, se había visto obligado, desde el principio de su privanza, á rodear al rey de hechuras suyas, á intervenir hasta en las interioridades domésticas de la familia real, y, lo que era más fatigoso y difícil, á contrabalancear la influencia de Margarita de Austria que, menos nula que el rey, quería ser reina.
Allí tienes cama y mesa y todo lo que te haga falta... Supongo que Soledad no se opondrá á que vivas con nosotros añadió bajando la voz y pronunciando con respeto el nombre de su querida. Miguel, que no estaba al tanto de ciertas interioridades, tomó aquellas palabras á burla y alzó los hombros riendo. Al cabo de un rato, Velázquez llamó al chicuco para pagar.
Si tratan una cuestion difícil y complicada, la simplifican y allanan tomando un punto de vista elevado, fijando una idea principal que comunica luz á todas las otras; si se proponen contestar á una dificultad, señalan la raíz del error, y destruyen con una palabra toda la ilusion del sofisma; si emplean la síntesis, aciertan desde luego en el principio que ha de servir de base, y de un rasgo trazan el camino que se ha de seguir para llegar al resultado que se desea; si se valen del análisis atinan en el punto por donde debe empezar la descomposicion, en el resorte oculto, y de un golpe por decirlo asi, nos abren el objeto, nos ponen de manifiesto sus interioridades mas recónditas; si se trata de una invencion, mientras los demás están buscando acá y acullá, ellos hieren el suelo con el pie, y dicen «el tesoro está aquí.» Nada de dilatados raciocinios; nada de rodeos: pocos pensamientos, pero fecundos: pocas palabras, pero en cada una de ellas engastada una perla de inmenso valor.
Ya no hay aprensiones: ya no veo hormigas en el aire, ni burbujas, ni nada de eso; hablo de ello sin miedo de que vuelvan las visiones: me siento capaz de leer a Maudsley y a Luys, con todas sus figuras de sesos y demás interioridades, sin asco ni miedo. Hablo de mi temor a la locura con Quintanar como de la manía de un extraño. Estoy segura de mi salud. Gracias, amigo mío; a usted se la debo.
Palabra del Dia
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