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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Doña Luz andaba estudiando y comparando cómo aquellos dos autores habían puesto en acción dramática la misma sentencia: No hay burlas con el amor y On ne badine pas avec l'amour. No la impulsaba a este estudio la mera afición especulativa a la crítica literaria, sino un caso práctico, que hacía poco más de dos meses que se había presentado y que le interesaba bastante.
¿Quién que allí tuvieran origen gravísimas cuestiones internacionales, que como el conflicto alemán tan directamente interesaba á la honra de la patria?
No debía decírselo, pero se lo digo... Si yo pudiese amar á un hombre, ese hombre sería usted. Olvidó instantáneamente Ferragut todo su enfado para escucharla y envolverla en la luz admirativa de sus ojos. Freya volvió la cabeza al hablar, no queriendo verle, como si le pesase lo que estaba diciendo, y sus miradas vagaron por el amplio paisaje. El origen de Ulises era lo que le interesaba más.
Los acontecimientos públicos contemporáneos le fastidiaban, y no quería enterarse de ellos. Hallaba mil veces más poéticas las historias antiguas que las modernas, y le interesaba mucho más la caída de Sardanápalo que la de Napoleón III, y las fabulosas conquistas de Osiris que las del primer Napoleón.
Donde quiera tambien nos interesaba la robustez del campesino, su rusticidad mezclada de buen sentido y astucia, sus movimientos desembarazados y su insaciable y cándida curiosidad.
Acepté con júbilo, porque sabía que íbamos a hablar de lo que más me interesaba. Pero antes de ir a su casa di más de treinta vueltas aquella mañana por la calle de Argote de Molina, donde Gloria vivía. Esta calle, una de las más originales e interesantes de Sevilla, va desde la de Conteros a la iglesia de San Alberto.
Don Acisclo, esparciendo el humorismo a un lado y a otro, y con él un vivo deseo de venganza en los pechos de los pollastres a quienes maltrataba. Lo único que me interesaba un poco eran los amores del presbítero don Alejandro con su discípula. A pesar de la vigilancia exquisita de Pepita, se los veía tan pronto en un rincón como en otro, cuchicheando lo mismo que en el confesonario.
Le dio ira el sentirlo. «Quería decirse que aquella mujer le interesaba más de veras de lo que él creyera; y había obstáculos, y ¡de qué género! ¡Un cura!
Como no era noche de tertulia, había en ella muy poca gente; y yo, sin pararme a considerar si faltaba o no a «las conveniencias», y atenta sólo a lo que me interesaba, le conduje al gabinete mismo en que el banquero «se me había declarado»; elegí un sitio en él donde pudiéramos hablar sin servir de espectáculo a la gente del saloncillo; senteme allí, y roguele a él, con una mirada y un golpecito con la mano en el sillón inmediato, que se sentara también.
Lo que a ella le interesaba no eran las manotadas y enfurecimiento de aquel santo varón que no cabía en el púlpito, sino el aspecto y brillo del público, de aquel público que, si hubiera revisteros de iglesia, sería distinguido, elegante y numeroso, como el de los teatros. ¡Oh! ¡Dios de mi vida! ¡Qué injusticia tan grande!
Palabra del Dia
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