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Actualizado: 17 de julio de 2025
Encore un petit verre de cette médecine».... Y una copa mas iba á perderse en el mar interior de aquel estómago incombustible y agitado por las convulsiones de un vértigo incesante. Lo que refiero no es una invención, es la verdad, y yo mismo me aturdia al ver esas escenas singulares, incomprensibles en una mujer y sobre todo en una Francesa.
En aquel momento cortó la interrogación la centésima vez que se le apagaba el tabaco, volvió la cabeza y en perfecto bicol sostuvo una conversación con su criado, conversación que sin duda debió versar sobre lo incombustible de la hoja, ó lo combustible del fósforo, pues tan pronto señalaba la escueta caja como estrujaba la mascada colilla que para llegar á tal estado había pasado por la llama de cien palitos.
Sería pueril, inocente, a los ojos de un mundano muy corrido, aquél mi estado psicológico; pero lo cierto era que ya no me creía solo ni desocupado en Tablanca, ni a oscuras, triste y en silencio en la casona; y esto, algo más valía que la credencial de «hombre incombustible», otorgada por otro, esclavo infeliz quizá de esa y otras preocupaciones semejantes.
Efectivamente: era yo, a pesar de mis pocos años, mucho más serena y menos impresionable entre la baraúnda del comercio galante, de lo que me había imaginado antes de conocer de cerca esas cosas. Aunque no era incombustible por completo, tenía todas las posibles ventajas para jugar con el fuego sin consumirse estúpidamente en él.
Esta célebre carta concluye con una sucinta descripcion de su palacio de Susa en estos términos: «Nuestro palacio es de ébano y madera incombustible. Hay en su techumbre á cada estremidad dos manzanas de oro, y en cada manzana dos carbunclos, para que el oro brille de dia y los carbunclos luzcan de noche.
Por lo mismo, quería él vencer allí para que vieran. Había de ser en el salón amarillo, en el célebre salón amarillo. ¿Qué sabía Vetusta de estas cosas? Tan mujer era la Regenta como las demás; ¿por qué se empeñaban todos en imaginarla invulnerable? ¿Qué blindaje llevaba en el corazón? ¿Con qué unto singular, milagroso, hacía incombustible la carne flaca aquella hembra?
Que, por entonces, era Verónica la que merecía las preferencias corteses del incombustible caballero; que hablaban a menudo; que la conversación de él le parecía muy amena y entretenida a ella, y que, según ella podía juzgar, no le desagradaba la suya al otro; que de esta mancomunidad de complacencias, había ido naciendo como cierto propósito de variar de tema en las conversaciones, y de meter la sonda de la curiosidad en las espesuras del alma y en las profundidades del pensamiento; que se andaba tiempo hacía en preparativos de ello, más o menos ingeniosos, y que todo esto y mucho más podía hacerse entre un hombre tan desapasionado como Guzmán, y una mujer tan despreocupada como ella, sin que el amor interviniera para nada en el juego... ¡Amor!
Palabra del Dia
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