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Actualizado: 10 de junio de 2025
Había llegado a los treinta y cinco años y la codicia del poder era más fuerte y menos idealista; se contentaba con menos pero lo quería con más fuerza, lo necesitaba más cerca; era el hambre que no espera, la sed en el desierto que abrasa y se satisface en el charco impuro sin aguardar a descubrir la fuente que está lejos en lugar desconocido.
¡Los conozco! exclamó aquí la joven sin poderse contener; y añadió a la pintura, a grandes rasgos, de los jardines del otro, algunos detalles de los del suyo. ¡Eso mismo! dijo el pintor idealista; y en el acto preguntó a Luz que de qué los conocía; y Luz tuvo que responder que también ella había vivido mucho tiempo en un mundo de aquella traza.
Miss Mary Gordon, rubia idealista, hija del gobernador de un archipiélago inglés de Oceanía, que viajaba por Europa sin otro acompañamiento que el de una doméstica, le había conocido un verano en un hotel de Munich, y ella fue la que, impresionada, dio los primeros pasos. El español era, según la miss, un vivo retrato de Wagner joven.
Casi parece una perogrullada decir que por el camino idealista se pueden hacer obras maestras; pero tal es la intolerancia de la crítica al uso, que nos obliga a reforzar esa verdad tan obvia.
Sin embargo, es bien que se sepa al propio tiempo que no soy ateo ni participo de las ideas materialistas del siglo en que vivimos, las cuales he combatido en verso varias veces. Soy idealista, y protesto con todas mis fuerzas contra el grosero naturalismo. Además, a un poeta lírico no le sienta mal nunca un poco de religión.
Don Álvaro, que sabía presentarse como un personaje de novela sentimental e idealista, cuando lo exigían las circunstancias, era en lo que llamaba El Lábaro el santuario de la conciencia, un cínico sistemático. En general envidiaba a los curas con quienes confesaban sus queridas y los temía.
Todo esto, a veces, me parecía un programa indefinido, nebuloso, pueril e idealista. Mas el deseo de esta aventura original y épica, acababa por convencerme, arrastrándome como a las hojas secas los remolinos del viento. Suspiré anhelante por pisar la tierra de China. Después de largos preparativos aligerados a peso de oro, una noche, por fin, partí para Marsella.
Para realizar grandes cosas sólo le ha faltado un amor que le diera alas. Es un idealista imposible. Sus confesiones me impresionaron, claro está, porque yo también soy una idealista imposible. Tuve que bajar los ojos y luego fingirme distraída, para que él no pudiese advertir la exaltación que me producían sus palabras. Mi actitud le ha sugerido seguramente una idea errónea.
Se sonrieron en silencio. «El sol rejuvenecía a Quintanar. Además era un gran carpintero. Sus inventos podían ser más o menos fantásticos, su mecánica idealista, pero hacía de una tabla lo que quería. ¡Y qué limpieza!». Ana alabó el arte de su marido.
Repetidas veces he insistido sobre esta distincion, y no me cansaré de recordarla; porque en ella se encuentra la línea que separa el órden sensible, del órden intelectual puro, las sensaciones, de las ideas. El problema de la posibilidad de la experiencia, que Kant se proponia resolver, ó queda absolutamente intacto con su doctrina, ó está resuelto en un sentido rigurosamente idealista.
Palabra del Dia
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