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Actualizado: 2 de junio de 2025


Aresti admiraba á Íñigo de Loyola como un ejemplar acabado de su raza, incapaz de ilusionarse por largo tiempo en cosas inmateriales, sacando instintivamente el poder y la riqueza de la santidad ascética, por la que habían pasado tantos otros con el cuerpo atormentado por la penitencia, comidos de parásitos, sin otra fortuna que la soga ceñida á los riñones.

Sólo entonces, relacionando con aquella narración ciertos pormenores que él había observado indiferentemente en casa de don Íñigo, concibió don Alonso la primera sospecha.

Su campaña de la Alpujarra y su conocido encono contra los falsos conversos señaló, desde el primer momento, a don Íñigo como un jefe de asamblea. Ramiro pensaba ahora si de todo aquello no surgiría la ocasión de iniciar su renombre. Pasaron dos menestrales. El mancebo comprendió que eran oficiales de cantería por el polvo de piedra que blanqueaba sus manos.

El hermano no podía ocultar su admiración cada vez que explicaba el significado de esta parte del altar, no obstante los años que llevaba enseñándola á los forasteros. Aquella figura de cera era de don Íñigo de Loyola, cuando aún no pensaba en ser San Ignacio ni en fundar la Orden.

Pero apenas estalló la rebelión de los moriscos, a fines de 1568, don Íñigo, sintiendo hervir en su sangre el atávico rencor, reunió un día en su casa a sus amigos y parientes demostroles con elocuentes razones el imperioso deber de ayudar al soberano contra aquellos perros infieles. Muchos resolvieron acompañarle.

Pero el cabildo perdonó los mrs. y mandó volver la prenda, como acostumbraba, por la pobreza del monasterio. Murió á 21 de mayo el obispo D. Juan Daza, y fué enterrado en el coro viejo al lado de D. Iñigo Manrique.

La denuncia resultaba asaz verosímil. ¿Qué hacer? Había un medio de saberlo: preguntárselo derechamente a don Íñigo. Pero su viejo amigo estaba concluyendo. No importa se dijo, y, aquella misma tarde, se dirigió a la casa del moribundo. El anciano estaba rígido en el lecho.

Este obispo D. Iñigo hizo imprimir en Venecia el año 89 el Breviario y Misal de la iglesia de Córdoba. Se celebró concordia entre el cabildo y D. Alonso de Aguilar sobre las diferencias habidas por causa de los diezmos de Aguilar y Montilla con sus aldeas y términos. En este mismo año nombraron los reyes al obispo Manrique presidente de la chancillería establecida en Ciudad Real.

Aresti creyó encontrar en este edificio algo de la dualidad de carácter del caballero Íñigo de Loyola en los tiempos de su juventud.

Sepan vuesas mercedes que toda mi hacienda queda puesta desde hoy al servicio de esta demanda. Y si el caso lo pide, hareme subir en silla a la muralla, que aún puede mi diestra disparar un venablo. Al escuchar aquella voz, el Canónigo y Ramiro se buscaron uno a otro en la obscuridad. ¡Don Íñigo! ¡Válame Dios! exclamó el Lectoral asiendo del brazo a su discípulo.

Palabra del Dia

rigoleto

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