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Actualizado: 10 de junio de 2025


El nuevo régimen, la higiene, el Vivero... usted... yo... los alimentos sanos... la leche... el aire... el heno... el tufillo del establo... la brisa de la mañana... etc., etc. Basta, basta; comprendido... la higiene... la leche... el olor del ganado... ¡magnífico!... ¡De modo que Ana está salvada! señor. ¿Porque esta nueva exageración no puede llevarnos a nada malo?...

Allí donde, según el decir suyo, tan exacto como mortificante, se gasta más sebo y cera para fabricar velas que jabón para la higiene, claro está que Álvarez y sus ideas no podían llegar sino de contrabando. El medio es francamente hostil a ellas. Se lo ignora como se lo ignora a Ameghino: sólo se los conoce de nombre.

Déjala sin los cuidados de la higiene moderna, y resultará una bestia inmunda, roída por internas suciedades... Pero no es eso lo que me hace huir de ella. Calló, añadiendo poco después con tristeza: No puedo estar al lado de una mujer sin encontrarme con la imagen de la muerte.

La higiene pública les preocupaba á entrambos: el clérigo le echaba la culpa de todo á los miasmas, y formulaba unas teorías biológicas que eran lo que había que oir. De astronomía y música también se le alcanzaba algo, no era lego en botánica, ni en veterinaria, ni en el arte de escoger melones. Pero en nada lucía tanto su enciclopédico saber como en cosas de religión.

Ahora debo hacer lo que dice el Magistral; ya que las fuerzas vuelven a mi cuerpo, aprovecharlas en una actividad piadosa, que es lo que él llama higiene del espíritu. La ociosidad me volvería al pecado, como volvía a la misma Santa Teresa. Si para ella tenía tan grave peligro ¡qué será para !».

Esto en cuanto á la seguridad individual: la higiene pública ha tenido los enemigos siguientes: aparte de sus nieblas, frios y lluvias, se han adulterado en Lóndres, segun datos oficiales, todos los artículos alimenticios.

Como esta opinión crece más de prisa que la sanitación en Manila, vemos que a cada momento se censura al Buró de Sanidad, llegando hasta el punto de acusarle de que por su culpa aumentan las condiciones antihigiénicas, cuando, en realidad, lo que sube es el clamor de la opinión prohigienista, en virtud del aumento de los individuos que comprenden la higiene y exigen la aplicación rigurosa de sus leyes y principios.

Lo único que allí había era una hermosa iglesia, consagrada al Santo que da nombre á aquel lugar; iglesia que, según supimos luego, había servido además de panteón á la familia de Maldonado, cuando era lícito dormir el sueño eterno al pie de los altares, ó sea en tiempos en que no se anteponía á todo la higiene.

Y había continuado diciendo lo que en sustancia era esto: «No debía ella acudir allí sólo a pedir la absolución de sus pecados; el alma tiene, como el cuerpo, su terapéutica y su higiene; el confesor es médico higienista; pero así como el enfermo que no toma la medicina o que oculta su enfermedad, y el sano que no sigue el régimen que se le indica para conservar la salud, a mismos se hacen daño, a propios se engañan; lo mismo se engaña y se daña a propio el pecador que oculta los pecados, o no los confiesa tales como son, o los examina de prisa y mal, o falta al régimen espiritual que se le impone.

Calculando para ésta un promedio de 20:000.000 de habitantes en el siglo XIX, y tomando la cifra sajona para la gente que ha muerto inevitablemente, y su diferencia con la cifra española e hispanoamericana para la que ha muerto evitablemente, la higiene mística nos habría costado veinte millones de vidas, prematuramente aniquiladas en el siglo en que se ha consolidado la higiene racional.

Palabra del Dia

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