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Pues, si estos actos atraían la atención ó interés de todas las clases, volvamos la vista hacia el Arenal: allí presenciaríamos entre otros animados y vistosos cuadros que tan frecuentemente se sucedían, los de las públicas lecciones de esgrima, que ante numeroso concurso de la soldadesca de mar y de tierra, de rufianes y bravos de profesión, de moriscos y de indios, mulatos y negros, daba algún maestro de los muchos que entonces bullían por la ciudad, demostrando las excelencias de la espada blanca ó de la prieta, así como la bondad de las escuelas, de los maestros Francisco Roman, Bernal de Heredia ó de los sucesores de éstos, los famosos Carranza ó Pacheco de Narváez.

Quería constituir la República y llamar a todos los emigrados para que contribuyesen con sus luces y saber a esta grande obra»; el general Heredia recibió un armamento y dinero para preparar la guerra contra el impío unitario Santa Cruz, y se olvidó bien pronto del cuadro grandioso que Facundo había desenvuelto a su vista en las conferencias que con él tuvo antes de su muerte.

Aquella misma tarde Andrés subió de nuevo a un coche del ferrocarril minero, pernoctó en la capital de la provincia, y con veinticuatro horas más de viaje se plantó en Madrid. ¡Qué gordo! ¡qué moreno! ¡qué cambiado está usted, amigo Heredia! ¿Dónde se ha puesto usted de esa manera? Por donde quiera que iba, llegado a la corte, escuchaba estas o semejantes exclamaciones.

Ya se mira con gusto el puerto de la Merced, por donde se hace el comercio con el Cármen, poblacion agrícola cuyo tabaco excelente le está dando grande importancia, y cuyo caserío se distingue confusamente al pié de una lejana serranía; ya se divisa el pueblo de Plato, escondido á la derecha, á algunas leguas de distancia, entre una selva desolada y triste que parece haber sido retostada por el fuego de un sol vertical de imponderable torricidad; ora se pasa por el pié del árido peñon donde yace como un escombro el miserable pueblo de Tenerife, á la márgen derecha, cuyo nombre y sitio recuerdan el heroismo de los guerreros de la independencia; ora se saluda con profunda tristeza el caserío de Nervití, desolado y casi salvaje, el de Heredia, cuyas barracas, dominando la barranca del rio, revelan toda la miseria de sus habitantes, ó el del Yucal, no ménos lamentable.