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Dentro de pocos días preparaba una sorpresa a los sarrienses. Después de muchos trabajos, se consiguió que desembuchara. Estaba en tratos con el célebre Marabini, frenólogo, prestidigitador. Acaso el martes... , el martes o el miércoles podrían admirar sus habilidades en el teatro. Traía además cuadros disolventes y un lobo domesticado.

Son tan artificiosos los defectillos ligeros que puede notarle la escrupulosa melancolía de los críticos, que debo juzgar que los puso para mayor hermosura, por habilidades los deslices. »Para todos los accidentes humanos suministran las comedias de D. Pedro ejemplos, y es tan discreta la medicina, que dejan, por lograrla, ambiciosa la llaga.

Eran las dos; apenas alcanzara Rattlesnake-Hill, y ya en aquel intervalo Jovita había hecho gala de todos sus vicios, y sacado a relucir todas sus habilidades. Tres veces tropezó. Dos veces alzó el romo hocico en línea recta con las riendas, y resistiendo el freno y la espuela, echó a correr locamente a través de campos y sembrados.

Era de acero fino don Manuel, y tan honrado, que nunca, por muchos que fueran sus apuros, puso su inteligencia y saber, ni excesivos ni escasos, al servicio de tantos poderosos e intrigantes como andan por el mundo, quienes suelen estar prontos a sacar de agonía a las gentes de talento menesterosas, con tal que éstas se presten a ayudar con sus habilidades el éxito de las tramas con que aquellos promueven y sustentan su fortuna: de tal modo que, si se va a ver, está hoy viviendo la gente con tantas mañas, que es ya hasta de mal gusto ser honrado.

Hasta había comulgado solemnemente la víspera de la elección, en una iglesia popular, para que su candidatura perdiera todo carácter antirreligioso. ¡Infeliz! ¡como si estas habilidades valiesen con la Iglesia que es maestra en ellas! ¡cómo si no supiesen los buenos que quien no está á sus órdenes en cuerpo y alma, está contra ella!...

En virtud del proverbio persa: «No te prodigues y te amarán», las visitas del conde de Lerne eran en general consideradas por las damas como pequeñas fiestas por aquéllas que eran favorecidas. La gracia de su persona, su talento, sus habilidades, y aun el tinte un poco vivo de sus costumbres, hacíanlo un personaje particularmente interesante.

Había, sin embargo, en Villalegre otra persona, que en más pequeña esfera y en más reducidos términos, si no competía, se acercaba mucho al mérito de don Paco por la multitud de sus conocimientos y habilidades y por lo hacendosa y lista que era. Hablo aquí de la famosísima Juana la Larga. Imposible parece que esta mujer atinase a hacer bien tantas cosas diversas.

Había acabado la carrera aquel año y su propósito era casarse cuanto antes con una muchacha rica. Ella aportaría el dote y él su figura, el título de médico y sus habilidades flamencas. No era tonto, pero la esclavitud de la moda le hacía parecer más adocenado de lo que acaso fuera.

Y que el de casarse los enamorados era el fin de más excelencia, advirtiendo que el mayor contrario que el amor tiene es la hambre y la continua necesidad, porque el amor es todo alegría, regocijo y contento, y más cuando el amante está en posesión de la cosa amada, contra quien son enemigos opuestos y declarados la necesidad y la pobreza; y que todo esto decía con intención de que se dejase el señor Basilio de ejercitar las habilidades que sabe, que, aunque le daban fama, no le daban dineros, y que atendiese a granjear hacienda por medios lícitos e industriosos, que nunca faltan a los prudentes y aplicados.

Afirmaba Gláfira que uno de sus progenitores había sido Epiménides, sabio, legislador, poeta y profeta, diestro en el arte de suspender la vida, permaneciendo aletargado en profundas cavernas, para conocer por experiencia el sesgo y tortuoso curso que llevan al través de los siglos los sucesos humanos. Gláfira había perdido el secreto de las artes mágicas, pero tenía no pocas habilidades.