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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Era la imagen de la amabilidad, en el supuesto de que le están dando garrote. Su sonreír empalagoso hizo a Rosalía el efecto de un fluido miasmático que se filtraba en ella y la ponía enferma. ¡Y cuán impertinente su nariz chica, y cuán cargante la maña de resobarse la barba, como si quisiera extraer de ella alguna sustancia!

Media hora antes de abrirse el teatro la noche del estreno ya estaba García rondándolo provisto de un enorme garrote. ¡Vaya un código que lleva usted, amigo! le dijo un revendedor de los que estaban a la puerta. Todo puede hacer falta murmuró García con feroz expresión.

Luego, garrote en mano, pasaban la frontera. ¡Zola!... un mozo de cordel con algún talento. ¡Víctor Hugo!... un señor muy elocuente, pero no era poeta. ¡Lamartine!... un llorón... tampoco poeta. ¡Musset!... éste ya lo era un poquito más.

La cabeza descubierta y sueltas sobre la espalda las dos esplendidas trenzas de su cabello castaño. Pedro vestía pantalón apretado de color lila, chaqueta negra, también ceñida, sombrero de paja, un pañuelo blanco de seda al cuello y faja morada. En la mano llevaba un garrote de acebo muy pintarrajeado con una cinta para colgar de la muñeca.

Los otros trataron de darme un garrote en los muslos, y decían: -El pobrecito agora sin duda se ensució, cuando le dio el mal. ¡Quién dirá lo que yo sentía, lo uno con la vergüenza, descoyuntado un dedo y a peligro de que me diesen garrote!

Apenas entraron en la Cannebière los amigos de la paz con su himno y su estandarte, fué la guerra lo que les salió al paso, teniendo que apelar al puño y al garrote.

Agregue usted a esto que la naturaleza reparte sus dones con economía, y dando fuerzas a aquel a quien negó el talento, corre el satírico gran riesgo en las Batuecas de que su cabeza se encuentre en el mismo camino de un garrote, encuentro siempre que puede traer peores consecuencias para la primera que para el segundo. Bien, pues, no sea usted satírico: sea usted justo no más.

Tres minutos después, nueva edición, más áspera aún, si es posible. ¿Qué hacer? Me incorporé en el lecho, me orienté un momento y lancé el brazo a vagar por la oscuridad en la esperanza de que chocase con el cuello del maldecido animal, lo que me permitiría convertir mis dedos en un garrote vil.

Un hombre con garrote en mano se destacó del grupo, y expuesto a la intemperie, atravesó la plaza para hacerle callar; mas el perro olió en seguida la caña y puso pies en polvorosa. El hombre se metió otra vez en el soportal. Al fin reinaba completo silencio en la plaza y los aficionados disfrutaban a su sabor del concierto de los señores de Elorza. ¿Qué había sido de Manolo?

El movimiento amenazador del garrote y la mirada y la expresión de Roger indicaban claramente que iba á hacerlo como lo decía. Era en aquel momento el descendiente de los nobles Clinton, convertido en temible paladín del honor de una dama. Su corazón latía con violencia y hubiera combatido hasta la muerte, no con uno sino con diez enemigos.

Palabra del Dia

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