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Actualizado: 5 de julio de 2025
La que por su lozana robustez había hecho gala de compararse a las mulas, daba en la tontería de padecer lo más contrario a su natural perfectamente equilibrado. ¿Qué era ello?
Por la mañana en la tienda de Graells, por la tarde en el Saloncillo, por la noche en su casa o en la de don Pedro Miranda, siempre trabajando. Su criado ocupaba una gran parte del día en cortarle unos tacos de avellano seco perfectamente iguales, de donde su mano diestra había de sacar la gala de los palillos.
Ofreció una a Fortunata, que la tomó, y doña Casta se dispuso a obsequiar a sus amigos con vasos de agua. Ponía esta señora sus cinco sentidos en los botijos para enfriar el agua, y tenía a gala el que en ninguna parte la hubiese tan fresca y rica como en su casa.
En fin, cuando supo la mujer que volvía su marido, vistió a la niña de gala, lo mejor que pudo, y ella se vistió un precioso traje azul que sabía que a él le gustaba en extremo. No atino a encarecer el contento de esta buena mujer cuando vio al marido volver a casa sano y salvo. La chiquitina daba palmadas y sonreía con deleite al ver los juguetes que su padre le trajo.
La cosa es segura, muchacho. ¡Has clavado una pica en Flandes! Estábamos a fines de octubre, mediaba el otoño, y los campos reverdecidos por las lluvias hacían gala de sus follajes. Las mañanas eran límpidas, frescas, pródigas de luz; los crepúsculos breves, espléndidos, incomparables. Me placía vagar por los alrededores de Villaverde.
Triste es tener que confesar que la corrupción había de ser grande; pero algo ha de atribuirse también á la mordaz maledicencia de que se hacía gala, y á cierto odio contra Castilla, que siempre ha solido brotar con lastimosa lozanía en las almas de algunos habitantes de las diversas regiones de esta Península.
Comenzó a tributarla mil atenciones, a recrearla con el sabroso repertorio de sus recuerdos de empleado, a hacer gala en su presencia de un ingenio sutil, de una facilidad pasmosa para los retruécanos.
Y con él GASPAR DE AVILA, primero Sequáz de Apolo, á cuyo verso y pluma, Iciar puede envidiar, temer Sincero. Llegó JUAN DE MEZTANZA, cifra y suma De tanta erudicion, donaire y gala, Que no hay muerte, ni edad que la consuma. Apolo le arrancó de Guatimala, Y le truxo en su ayuda para ofensa De la canalla en todo estremo mala.
Lo que agradecerían las cien lenguas del Modelo aquel pasto riquísimo no es para dicho. Comentáronlo de infinitos modos. Una gitana aseguró que ella lo había soñado la noche anterior y otra hacía gala de un entusiasmo monárquico tan estrepitoso, que hubieron de encerrarla para que entrase en vías razonables.
Claro, como que los malos gobiernos son como los microbios en el cuerpo, que lo devoran y destruyen, si no se les expulsa a tiempo, y para esto se necesita un enérgico medicamento. Agapo se irguió en el banco, animándose con la idea de ejecutar las hazañas que decía; allí, al pie de la Pirámide, para escarmiento, con mucho alarde de tropas y de pueblo; ¡qué función de gala!
Palabra del Dia
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