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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Las cifras del Debe, encrespadas y amenazadoras, eran ya como las olas de un piélago tempestuoso donde naufragaba el frágil esquife del Haber. ¡Oh! ¡Fugaz curso de las cosas humanas! Aquel orden tan perfectamente inaugurado, no era más que humo.

La inmensa extensión de país que está en sus extremos es enteramente despoblada, y ríos navegables posee que no ha surcado aún el frágil barquichuelo.

Cuanto más horroroso le parecía el pecado de pensar en don Álvaro, más placer encontraba en él. Ya no dudaba que aquel hombre representaba para ella la perdición, pero tampoco que estaba enamorada de él cuanto en ella había de mundano, carnal, frágil y perecedero.

Temblaba por esa frágil existencia: ¿acaso no había nacido de su seno?

Cuando yo haya muerto, él pensará sin duda, al poner sobre ella los pies, que en cada una de sus mallas iba yo encadenando, en mi tiempo, un pensamiento para él. ¡Ay! este frágil tejido durará, por lo menos, cien años; y tanto mis hijos como yo, habremos ya dejado de existir... Estoy triste, muy triste. Domingo, 3 diciembre de 1826.

O yo dejo de ser quien soy, o llegaré esta noche a las famosas minas de Socartes y abrazaré a mi querido hermano. Adelante, siempre adelante. Dio un paso y hundiose en la frágil tierra movediza.

Verdaderamente que no hubiera sido preciso rogarme mucho para llevarme al fin del mundo en aquella pequeña y frágil barquilla. Al salir de los límites del parque, pasando bajo uno de los arcos que atraviesan la pared que lo rodea: ¿No me pregunta á dónde lo llevo, señor? me dijo la criolla. No, señorita: me es completamente indiferente. Lo llevo al país de las hadas. No lo dudo.

Al sacudirse, no sin comentar con algunas frases aquel rudimentario blanqueo de las paredes, hubo de tropezar con una de las vigas que sostenían la casa y pareció que toda la frágil fábrica se estremecía y que del techo caían pedazos de yeso, como si por entre las maderas superiores corriesen a paso de carga belicosos ejércitos de ratones.

Al levantar la cortina de una ventana, vió al otro lado de la verja un automóvil cerrado, con cruces rojas. La marquesina de cristales de la escalinata apenas le dejó distinguir á un grupo de hombres que subían cuidadosamente algo envuelto, como un mueble frágil. Su corazón dió un salto. ¡Mauricio!...

Era en tales momentos cuando la niña padecía los más crueles castigos, cuando su frágil existencia corría verdadero peligro. El miedo fue otro de los padecimientos que le infligía a menudo. En las altas horas de la noche hacíala levantarse y la enviaba a las habitaciones extremas de la casa en busca de cualquier objeto. La niña tornaba pálida, temblorosa, sudando de angustia.

Palabra del Dia

atormentada

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