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Actualizado: 1 de julio de 2025


La clara nitidez del cielo poblado de estrellas, el silencioso apartamiento del bosque, la belleza y la gala de los campos floridos, todo embelesa mi alma, todo hasta cierto grado la enamora, pero todo deja en ella inmenso vacío, que sólo otra inteligencia y otra voluntad, humanas o divinas, iguales o superiores a mi voluntad y a mi inteligencia, pueden llenar si me acuden; si prueban el afán que yo pruebo y si logran infundirse en el abismo de mi pensamiento, compenetrándole, fundiéndose con él y haciéndose con él uno solo.

En cada piso se veian anchas vidrieras compuestas de pequeñísimos vidrios empatados en marcos de madera, sin abras exteriores y formando una curiosa simetría; y del suelo de la casa, á los lados de la puerta, se alzaban robustas plantas de madreselvas que trepaban hasta los pisos altos, formando en la fachada flotantes cortinajes floridos que se entrelazaban sobre los marcos de las ventanas.

Por entre los hierros de las cancelas que había en las mejores casas se veían los floridos patios, en algunos de los cuales los naranjos y las acacias prestaban grata sombra. Las plantas enredaderas trepaban por las paredes y formaban tupido cortinaje en las ventanas del primer piso.

Entre las masas de edificios vió el gigante abrirse floridos jardines, que á él le parecían no más grandes que un pañuelo, y en cuyos senderos se detenían las mujeres para levantar la vista, admirando la enorme cabeza que pasaba sobre los tejados.

En la ventana, tomando el sol, se veían dos floridos rosales; dentro del cuarto, cuatro macetas de brusco, y colgadas en la pared cinco jaulas, dos con perdices cantoras, y tres con colorines, excelentes reclamos.

El maestro Raimundico, por consiguiente, como era o había sido zapatero y como nunca había sido humilde, se estimaba en mucho más que Séneca, sobre todo en lo tocante a utilidad y arte de la vida. Despreciaba o aparentaba despreciar la oratoria; pero, sin darse cuenta de ello, y dejándose arrebatar de sus convicciones, echaba amenudo discursos, si bien, más que floridos, enérgicos y breves.

De memoria hubiera podido repetir cuanto han dicho los Santos Padres y los Místicos en honor de la Virgen, y sabía alabarla en estilo oriental, con metáforas tomadas del desierto, del mar, de los valles floridos, de los montes de cedros; en estilo romántico que irritaba al Arcipreste y en estilo familiar con frases de cariño paternal, filial y fraternal.

Por imitación de éste le firmaron ambos personajes, mojado el cálamo en sangre para el caso extraída de sus venas. Después que la amada bandera se irguió hacia los astros, en montes y valles, floridos, de históricos rastros, tu dúplice gloria fué esquiva al favor popular.

Palabra del Dia

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