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Actualizado: 16 de julio de 2025


Váyase usted al demonio contestó en castizo castellano Miranda, volviendo las espaldas a su interlocutora, y olvidando, como solía, sus postizas finuras de salón ante la herida de su amor propio. Lucía aun vendó aquella noche el pie, casi sano ya, de Miranda.

Es usted muy amable... Con las finuras que usted gasta no es posible que nos entendamos. ¡Si habrá usted creído que esta señora tenía un gran interés en apropiarse del niño! Es un capricho, nada más que un capricho. Esta simple se ha empeñado en tener chiquillos... manía tonta, porque cuando Dios no quiere darlos,

Su energía pulmonar, sin entonación musical, como un grito primitivo, me produce una embriaguez y una emoción superior a todos los poemas. Todas las galanterías y todas las finuras que me dijo de novio en los salones me parecen ahora insignificantes y artificiales ante ese grito estupendo con que lanza mi nombre a los aires libres del campo. Quizá me estoy volviendo un poco salvaje.

Tomaremos el tren, y en el tren iremos hasta donde podamos dijo Celipín con generoso entusiasmo . Y después pediremos limosna hasta llegar a los Madriles del Rey de España; y una vez que estemos en los Madriles del Rey de España, te pondrás a servir en una casa de marqueses y condeses y yo en otra, y así mientras yo estudie podrás aprender muchas finuras. ¡Córcholis!, de todo lo que yo vaya aprendiendo te iré enseñando a ti un poquillo, un poquillo nada más, porque las mujeres no necesitan tantas sabidurías como nosotros los señores médicos.

Jaleaba a la pareja de bailadores, sin el menor asomo de celos; él, que se sentía capaz de sacar su navaja apenas se fijaba alguien en María de la Luz. Únicamente sentía un poco de envidia, por no poder bailar con el garbo de su amo. Ocupada su vida en la conquista del pan, no había tenido tiempo para aprender tales finuras.

Hizo examen de conciencia y creyó sacar en limpio del examen que no amaba aunque agradecía; que la habían deleitado y lisonjeado el acatamiento y las finuras amorosas de ambos galanes, pero que no estaba prendada de ninguno de ellos y que sin pena quería y podía despedir al uno y al otro. Entre tanto, en Cintra no era como en Lisboa.

Bueno, bueno, no grite usted tanto, que no somos sordas. Y no sea usted tan fino, que tales finuras son impropias de un señor revolucionario tan... feroz. Usted me quema la sangre... ¿Con que destino, y si no no? Tijeretas han de ser. A fe que está el hombre cortadito para administrador. Sr.

Palabra del Dia

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