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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Se abstuvo de comunicarlo á su amigo Argensola, que conocía los incidentes de la travesía atlántica. Cuando menos lo esperaba, don Marcelo se encontró al final de aquella existencia de alegría y orgullo que le había proporcionado la presencia de su hijo. Quince días transcurren pronto.
Psch... ¿y a mí, qué? Mira dijo ella cuando llegaron a un sitio menos desierto , no me cuentes más historias. No quiero saber más. Punto final. Rompió a reír, a reír, y el Delfín tuvo que preguntarle muchas veces la causa de su hilaridad para obtener esta respuesta: «¿Sabes de qué me río?
Los corales, filtrando el agua á través de sus cuerpos blanduchos y mucosos, solidificaban sus duros esqueletos, para convertirse al final en islas habitables. Los seres de una diversidad desconcertante que flotaban, rampaban ó coleaban en torno de Ferragut no eran mas que agua oceánica.
Unos estaban sentados en sillas formando grupos, corros o pequeñas tertulias; otros iban girando por el paseo circular, en cuyo centro está el quiosco de la orquesta. Esta tocaba, con bastante maestría, el rondó final de la Cenerentola. Nuestro don Braulio y sus niñas no vieron una sola cara conocida. En vez de sentarse se pusieron a girar por medio de aquella concurrencia.
El marino vió en esta miseria física el triste final de un régimen alimenticio absurdo, alegre y pueril: los dulces sirviendo de base de nutrición, los grandes arroces como plato diario, las sandías y melones llenando el intermedio entre las comidas, los helados servidos en copas enormes, esparciendo el perfume de su nieve melosa.
Llegar a las aceitunas era también otra locución con que nuestros abuelos expresaban que había uno presentádose a los postres en un convite, o presenciado sólo el final de una fiesta. Aceituna zapatera llamaban a la oleosa que había perdido color y buen sabor y que, por falta de jugo, empieza a encogerse.
Que ya no me quiere; que se ha apagao de repente el aquel que me tenía. Que no siente por mi ni una miaja de afecto y no quiere mentir fingiendo cariño... ¡Como si un querer pudiera apagarse de pronto, lo mismo que una luz!... Rafael recordaba el final de su última entrevista.
Además, sus arneses estaban cubiertos de perlas, de brillantes, de toda clase de pedrería rica, y cuidaban muy bien de no estropearlos, sabiendo que al final de su trote se los podrían llevar como un recuerdo. Yo tenía un gran látigo para arrearlas: un látigo de flores. Hay que ser galante con las damas... Sonrió irónicamente. Novoa volvió á ver su expresión rencorosa de misógino.
Fué avanzando solemnemente sobre la mesa, y detrás de sus pasos todo el acompañamiento final de graves doctores, que no ocultaban las arrugas y las canas de sus rostros matroniles. El profesor Flimnap corrió á colocar en el centro de la mesa un sillón, que era el mismo que él había ocupado al dar al gigante su lección de Historia.
Y allí, por último, sobre el dicho retablo, en el cascarón de la bóveda, hay un Juicio final, verdaderamente dantesco, que parece concebido por Giotto. ¡Aquel grupo de resucitados blancos que sube hacia la diestra del Dios Padre, y aquel otro grupo de resucitados negros que marcha lúgubremente por la siniestra, son interesantes y bellos hasta lo sumo para los que en el arte buscamos algo más que forma ó postura académica y realidad anatómica!
Palabra del Dia
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