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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Y después de excusarme diciendo que mi padre me esperaba, separé vivamente el hombro de su larga y blanca mano y me eché a correr. Es tan corta la distancia entre la «Villa del Lys» y la nuestra, que mi padre me permite ir y venir sin escolta, y yo no abuso, se lo aseguro a usted, señor cura.

Es verdad que Castillejo no parecía el mismo. Iba con gorra de viaje y un grueso gabán, cuyo cuello le tapaba media cara. Tenía en los ojos un brillo agresivo. Su aliento olía á alcohol, circunstancia extraordinaria, pues el general es sobrio. No pude excusarme con mi trabajo. Eran las once, y Castillejo había esperado á que terminase mi artículo.

Yo, por excusarme de oír tanto millón de octavas, le supliqué que no me dijese cosa a lo divino. Y así, me comenzó a recitar una comedia que tenía más jornadas que el camino de Jerusalén. Decíame: -Hícela en dos días, y este es el borrador. Y sería hasta cinco manos de papel. El título era El arca de Noé.

Si no lo he denunciado con tiempo ha sido por excusarme de un proceso... de una prisión... de un tiempo perdido durante el cual no podría velar por Dorotea... por ella, que es todo lo que me interesa en el mundo... por ella, que es... mi vida, mi pensamiento único... á la que me he sacrificado, que es desgraciada... no, no; yo he debido conservar mi libertad á todo trance... he hecho bien en callar... el crimen ha pasado sin que nadie le conozca... Guzmán, el incitador de este crimen, está muerto... no puede traslucirse... puedo, pues, consagrarme entero á Dorotea.

Gracias, muchas gracias replicó la momia dando en dirección a la escalera algunos pasos en los cuales se advertía marcado prurito de agilidad . Yo también necesito excusarme por haber dicho a usted algunas palabras inconvenientes, confundiéndole con ese hombre basto, ese Zugarramurdi, que es un mueble con andadura. Salvador le ofreció el brazo que ella no tuvo inconveniente en aceptar.

Traté de excusarme, porque me parecía demasiada confianza para el primer día; pero ante la insistencia afectuosa del padre y la hija, hube de rendirme. Mientras nos avisaban, continuamos conversando. El conde me pidió permiso para arreglarse en mi presencia. Hablamos de caballos y toros. Era peritísimo en estos asuntos, y daba gusto escucharle.

También esta vez tengo que excusarme por mi lentitud en escribirte; pero tenía una repugnancia inconcebible a la pluma, al papel, a mis ideas, a mis sentimientos, a todo, hasta a Luciana... , Luciana, mi Luciana me resultaba una carga, un dolor, un despecho constante. Estaba celoso, y la he ofendido gravemente, como un estúpido.

Han pasado cerca de dos meses y no he cumplido, mi promesa; y aunque pudiera excusarme por haber estado mala, muy mala, según dicen, prefiero acusarme y pedir a usted perdón, para oír en mi corazón aquellas palabras tan dulces que pronunciaba usted después de la confesión de mis faltas: «¡Váyase en paz!» ¡Cuánta necesidad tendría de sus consejos en esta existencia tan nueva!

Palabra del Dia

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