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Actualizado: 21 de junio de 2025


Algunos galanes, de calzón corto de pana y chaqueta verde o amarilla, platicaban con ellas desde abajo, con la montera terciada sobre una oreja para más presumir. Algún que otro borracho matutino excitaba la risa de la gente que andaba cerca con sus groseras ocurrencias.

Continuaron juntos la marcha hacia Can Mallorquí, y sin saber cómo, Febrer se vio delante, caminando al lado de Margalida, mientras la esposa de Pep marchaba tras ellos con el lento paso de su debilidad, buscando apoyo en su hijo. La madre estaba enferma: una enfermedad incierta que hacía levantar los hombros al médico en sus raras visitas y excitaba la imaginación de las curanderas de la isla.

Aquel traje singular, aquel toro muerto, contra la costumbre, de un pistoletazo; aquel hombre que besaba la mano de una semisanta, de una prometida de Cristo, todo aquello contrastaba tanto con las enseñanzas recibidas, que la junta, el alcalde, el gobernador, se quedaron boquiabiertos, mientras que el que tan vivamente excitaba la curiosidad general, continuaba con los ojos inflamados y fijos sobre la monja, que, trémula y confusa, no tenía fuerzas para salir del palco.

Pero ningún habitante de aquellas regiones de miseria era tan feliz como Adoración, ni excitaba tanto la envidia entre las amigas, pues la rica alhaja que ceñía su dedo y que mostraba con el puño cerrado, era fina y de ley y había costado unos grandes dinerales.

Siguiendo luego su vagabundo camino, saboreaba el placer íntimo de la libertad, de estar sola y suelta siquiera poco tiempo. La idea de poder ir a donde gustase la excitaba haciendo circular su sangre con más viveza.

El mitin de los trabajadores y la fiesta organizada por los jesuítas y los bizkaitarras, se encontraban en el mismo día. Un ambiente belicoso, que excitaba los nervios, haciendo más duras las palabras y más insolentes las miradas, parecía pesar sobre la villa. En el camino había apreciado Aresti el estado de los espíritus.

Las dos niñas bebían haciendo remilgos, pero el tío las excitaba aplaudiéndolas; y ellas, que no estaban acostumbradas a ver tan alegre al viejo, volvían a gustar el vinillo para no enojarle.

Le bastó sacar de su pecho el ramo, ya marchito, que había lucido Magdalena en su cintura la fatal noche del baile para que las lágrimas brotasen de sus ojos a raudales, y aquel llanto, derramado después de la febril irritación que excitaba sus nervios hacía cuarenta y ocho horas, fue para él tan benéfico como es para la tierra la lluvia después de un caluroso día de verano.

Además, el caballo del gaucho llevaba á dos personas, y éste tenía necesidad de conservar sujeta á Celinda, al mismo tiempo que excitaba la marcha de su cabalgadura. Rojas podía dedicarse con mayor ligereza á la persecución, teniendo además libres sus dos brazos.

Es evidente que Rojas vivió después del año mencionado: un autógrafo suyo, de Durán, el Auto de la Ascensión de Christo nuestro bien, lleva la firma Francisco de Rojas de hedad de 53 Años aun no cumplidos; sería difícil, que, hablando de un hombre muerto á los cincuenta y tres años, se dijese que excitaba la compasión por su juventud.

Palabra del Dia

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