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Actualizado: 17 de septiembre de 2025


¿Fué el que hallaron estrangulado en un maizal? interrogó el conde. No, señor; ese fué Antuña, el pagador de la carretera. Esa muerte ha sido mucho antes... á principios del otoño. De todos modos, ha sido un asesinato horrible.

Su rostro, ordinariamente un poco amoratado, se oscureció de tal modo que parecía el de un estrangulado. Al fin, sin terminar la lectura, cayó en el sillón presa de un ataque que le privó del sentido. Y por entrambas vías su naturaleza pletórica comenzó al instante a desahogarse de tan formidable manera, que sólo un médico que asistía a la reunión en calidad de socio osó acercarse a él.

El cuchillo cayó de sus manos; sus ojos giraron en sus órbitas y sus dedos quedaron rígidos; poco a poco se fueron aflojando, sus brazos cayeron a lo largo del cuerpo, sus piernas se debilitaron, y cayó estrangulado. Sus compañeros creyeron que se trataba de un fardo. ¡De rodillas, hijos míos! dijo el fraile a los contrabandistas.

Yo tengo mis amigos y ella los suyos... Cada cual sus gustos... Ella está contenta y yo también. Vi que no sacaría nada de aquel zopenco y me marché, perseguido por la risa violenta de Sofía Jansien... ¡Con qué gusto la hubiera estrangulado!

El centinela de la torre del mar de Mármara había escuchado sobre el agua un golpe siniestro. A la mañana, al otro lado del Bósforo, apareció en la orilla opuesta el cadáver de un eunuco estrangulado.

También Blanca y el viejo Lope de Urrea acuden presurosos á la cárcel; sordos gemidos y lamentos salen de ésta; las puertas se abren, y se ve á Don Lope estrangulado, y teniendo en sus manos un papel con la sentencia siguiente: Quien al que tuvo por padre Ofende, agravia é injuria, Muera, y véale morir Quien un limpio honor deslustra, Para que llore su muerte También quien de engaños usa, Juntando de tres delitos Las tres justicias en una.

El Magistral se sentía como estrangulado por la emoción. La Regenta hablaba ni más ni menos como él la había hecho hablar tantas veces en las novelas que se contaba a mismo al dormirse.

El Magistral, que ahora estaba rojo, y tenía los pómulos como brasas, se acercó a la Regenta, le oprimió las manos y dijo ronco, estrangulado por la pasión: ¡Ana, Ana!... Sin falta esta tarde.... Y ahora a la catedral... junto al altar de la Concepción... en frente del púlpito.... Hasta la tarde; pero vaya usted tranquilo... casi todo lo que tenía que decir... está dicho....

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