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Actualizado: 3 de julio de 2025


, señora, del fiador; el señor Esteven ha garantizado la firma de su sobrino. La señora sintió un desvanecimiento tan grande, que creyó iba a perder el sentido. ¡Esteven fiador de Quilito!

Naturalmente, estos rumores de renuncia vinieron acompañados de la estupenda nueva de que Esteven se había fundido, como metal puesto al fuego.

Mucho calor y mucha gente, pero una noche de las fiestas Mayas no debe desperdiciarse. El tenía una butaca, que le había regalado, ¿a qué no sabía quién? ¡Jacintito Esteven! Este nombre hizo en la tía el efecto de una picadura.

Pero en esta noche del 25 de Mayo, no era sólo su falta en el cortejo lo que le preocupaba: había tenido un encuentro aquel día, ¡y qué encuentro! en la calle Florida, en el sitio más frecuentado, cuando iba él más distraído; ¡cataplúm! la gente esa, la familia de Esteven, frente a frente, a pie, en la misma acera; la mamá y las dos niñas, tan esponjadas y orgullosas, que rebosaban de la acera.

Míster Robert les reconoce y siente dolorosa angustia. ¡El rico Esteven en conciliábulo con el prestamista don Raimundo! aquello que no es una visión. Los rumores que corren son entonces ciertos, y el opulento personaje está herido de muerte cuando acude al recurso supremo del portugués...

La noche antes había llegado don Pablo Aquiles de mal talante, porque se encontró al niño en la puerta de Colón, detrás de las de Esteven, lo que vino a corroborar sus sospechas de que festejaba a una de ellas; ya se lo habían dicho no en qué parte, y la idea de que fuese cierto y que los otros pudieran creer que ellos autorizaban semejante cosa, les tenía disgustadísimos.

Por último, cara a cara, hizo la pregunta, a quemarropa: Pero... en casa de Esteven, ¿no estuviste? ¡No, no, no he estado! contestó con aplomo misia Casilda. Y cada una de estas negaciones, la reforzó con movimientos enérgicos de cabeza.

Si vas a confesarme la verdad, no me la digas, no; prefiero quedarme con la sospecha. Enronquecida y sin fuerzas, dejóse caer en el sillón más próximo, que crujió bajo el enorme peso; temía ahora tanto de que Esteven hablara, como antes deseaba que rompiera el sospechoso silencio. Don Bernardino preguntó: ¿Sabes quién es el hombre que acaba de salir de aquí? Como no me lo digas...

Y no perder tiempo, amigo Esteven; espero que me ayudará usted como siempre, pues el destierro al Frigal no es tan inminente, ¿verdad? Mientras yo esté en el Ministerio, no se mueve usted de la capital. Le necesito; es usted mi brazo derecho.

¿Quién habla aquí de la quiebra de Esteven? exclamó comiéndose con los ojos al concurso. Calumnias, mentiras, estratagemas infames de los alcistas. El juego es tan conocido, que da risa. Uno preguntó: ¿Dónde está Esteven? La verdad era que a don Bernardino no se le había visto todavía; ¿por qué desertaba el puesto en el día de la lucha?

Palabra del Dia

buque

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